Sara es italiana, pero siente que España es su casa y lleva aquí ya diez años viviendo. Ha tenido relaciones largas solo con italianos y se acabaron por incomprensiones “por mi madurez”. Nunca ha tenido un novio súper guapo y le encantaría que su cita fuera inteligente, y sobre todo limpio y elegante “si me viene un hombre con los dientes sucios, ya puede ser Shakespeare”.
Juan, su cita, habla un poquito de italiano y mueve muy bien la mano. Al verle, Sara ha sentido que tenía un estilo muy italiano y le ha gustado. A él le ha gustado que fuera italiana porque ya ha estado con cuatro mujeres con esa nacionalidad y ha intentado que se tranquilizara porque estaba muy nerviosa.
Los solteros han comenzado la cita hablando de sus profesiones y a Juan le ha encantado que ella fuera una mujer con aspiraciones. Sara le ha contado que había vivido en Canarias, Mallorca y algún tiempo en la península, y que por eso tenía un acento un poco raro. También le dicen que parece brasileña por el color de su piel, pero a Juan le ha encantado que fuera italiana.
Juan ha bromeado con sus dotes culinarias y ella le ha confesado que dejó la cocina tras quemarse el pecho “maldita tortilla”. El soltero le ha preguntado por su viaje soñado y ella le ha dicho que le gustaría conocer Asía con su hija de siete años. Él le ha contado que era huérfano “mi madre murió cuando yo tenía 11 añitos y mi padre cuando tenía 25”. Sara siempre ha tenido una relación complicada con su padre y decidió estudiar algo que la permitiera marcharse de casa.
En el tema sexual, Juan le ha dicho que mínimo tendría dos relaciones sexuales en una noche si es la primera cita y ella lo ha visto como “la media”. Los dos se han gustado y se han dado un sí a seguirse conociendo y a que ella le invite a un tiramisú.