Fausto tiene 31 años y llega al restaurante del amor herido por una ruptura del pasado. Estuvo cinco años con una chica y todo saltó por los aires cuando ella le fue infiel. Quiere encontrar a una mujer que le devuelva la ilusión y Sandra, una salerosa sevillana, podría cumplir todos los requisitos para convertirse en esa persona especial.
A ella le gusta mucho la fiesta, asegura que tiene mucho arte y él, por su parte, lleva la música en los genes: “Lo llevo en mi corazón y en la sangre”, aseguraba el joven jornalero antes de poner en pie a todo el restaurante del amor con su mayor talento.
De repente, durante su cena con Sandra, el comensal del restaurante de Carlos Sobera se ha levantado de su asiento, ha sacado su clarinete y se ha puesto a tocar el tema popular ‘Paquito El Chocolatero’, dejando a su cita tremendamente asombrada.
Tras escuchar su actuación, ella no ha tardado en reaccionar: “Al menos ha tenido un detalle guay, se ha diferenciado del resto y eso ha sido un punto a favor”, decía ella. Mientras, todo el restaurante se deshacía en aplausos con el joven.
Después del número, ambos se han ido al fotomatón y ahí, tras un momento de tensión, se han dejado llevar. Ambos se han quedado mirándose, como esperando a que el otro diera el paso de lanzarse y, finalmente, ha sido ella la que le ha dado un beso “tímido”.
“Se lo he dado porque lo he visto conveniente. Me he dejado llevar un poquito y ya está”, decía ella, muy ilusionada, antes de tomar la decisión final.