Iris se define como una soltera intensa, de las intensas de verdad. Trabaja en el departamento de postventa de una marca de motos, pero ella no tiene moto, le gusta más ir en bicicleta y los deportes al aire libre. Busca a un chico deportista, pero no un obsesionado, que también se pueda tomar un mojito con ella después de la bici. Está en un momento de introspección personal y está siendo un poquito exquisita a la hora de elegir. No ha llegado a llorar, pero ha estado a puntito, al probar el mojito de Matías “Está perfecto”.
Álvaro, su cita, es un tipo que sueña con tener una casita en el campo y antes de comprarse un Ferrari, tener muchos hijos. Iris no se esperaba que su cita fuera un chico rubio de ojos claros, pero al verle, le ha gustado y ha sentido que era deportista. Él es de Granada, pero ha vivido muchos años en Cádiz así que, perfecto.
Antes de comenzar a degustar la cena, los comensales han hablado de su afición al campo y a Álvaro el ha sorprendido que su cita montara en bici porque él lo que más valora de una persona es que haga deporte. Él todavía no le ha dado a la bici, pero Iris ha tenido la sensación de que la iba a probar en breve.
Lo de Iris y Álvaro ha sido un flechazo en toda regla, y él estaba convencido de que iban a repetir la cita. Ella también quería un segundo encuentro, pero ha querido ser sincera y le ha dicho que tenía un hijo “Se llama Crispín y es un hámster”. Álvaro se ha echado las manos a la cabeza y le ha confesado que él tenía un trauma de la infancia con esos animales. Le pequeños, les compraron uno a él y otro a su hermana, y cuando fue darles de comer vio que uno se había comido al otro “se le veían las costillas y el otro explotado”.
Iris ha sacado el bolso para invitarle a cenar, pero Álvaro no se sentía cómodo y le ha propuesto que fuera ella la que pagara la segunda cena que tuvieran. Y es que los dos han tenido claro que era la primera de muchas cenas juntas.