Amanda es una chica extrovertida, divertida y muy sociable. Trabaja como camarera, le gusta la estabilidad y estar tranquila. Quiere un chico con el que pasar tiempo, que sea divertido, extrovertido y un poco “macarrita”, porque no soporta a los pijos.
Ha cenado con Carlos, un chico de Zaragoza que está aprendiendo a tatuar y que, hasta hace poco, no le daba mucha importancia a eso de ligar y tener pareja. Ahora, no sabe muy bien qué busca, pero está abierto a encontrar algo interesante en el restaurante del amor.
A él le ha gustado mucho nada más verla, pero ha habido algo que no ha terminado de cuajarle. Ella tiene una vida muy asentada, muy marcada y él considera que ni tiene tiempo para aventuras y para hacer locuras.
Después de la cena, ambos se han ido a un lugar mucho más tranquilo e íntimo y, allí, han jugado a algunos juegos que les ha propuesto el programa. Unos juegos que han servido de empujón para tener un acercamiento brutal.
Ambos han estado muy a gusto y muy cómodos y, tras un rato mirándose, se han terminado dando un apasionado beso. Un gran paso que ha sido la antesala de lo que ha llegado después: ya que ambos han tomado la decisión de irse juntos.