Comenzó la segunda parte, y con ella un nuevo guión de partido. España se hizo dueña del balón y Alemania decidió meterse atrás y subir la intensidad de sus entradas. Pero lo hicieron mucho: en solo cinco minutos, del 47 al 53, Alemania vio tres tarjetas amarillas prácticamente consecutivas. Los germanos se emplearon con excesiva dureza.