El yoga nació en la India hace miles de años. Hay estudios que sitúan el origen de esta práctica en 3.000 años antes de Cristo, aunque también hay quien cree que nació mucho antes, en torno al 6.000 A.C. Sea como fuere, se trata de una tradición milenaria que practican más de 500 millones de personas en todo el mundo y cuyas cifras en España no dejan de crecer: según algunos datos, más de 5 millones de españoles hacen yoga.
Una de las palabras más importantes del yoga es la de asana, la que se utiliza para referirse a las diferentes posturas corporales que existen en el mundo del yoga. Un número realmente amplio, dependiendo del maestro al que se siga, ya que existen textos clásicos que hablan solo de dos posturas básicas, mientras en otros casos se asegura que existen hasta 84 millones de asanas.
El asana es cada una de las técnicas corporales que se practican en el yoga. Pero, a diferencia de la práctica deportiva, donde se realizan ejercicios con rapidez y muchas repeticiones para ganar musculatura, el yoga es todo lo contrario: se elige una postura, se practica una y otra vez para lograr la perfección y se mantiene durante el tiempo necesario para alcanzar el equilibrio perfecto.
Para poder ejecutar con toda la precisión posible los diferentes asanas es imprescindible estar concentrado y con los cinco sentidos en lo que se está haciendo, mostrando una actitud relajada de la mente. Hay que tener en cuenta que la alineación en el asana actúa a nivel esquelético, muscular, orgánico y energético.
Esto quiere decir que si los huesos están en su sitio, los músculos, ligamentos y tendones también lo estarán. Si nuestro cuerpo está alineado, los demás componentes también lo estarán y funcionarán equilibrada y correctamente. Es, precisamente, este equilibrio entre todas las partes lo que permitirá que nuestro cuerpo, mente y espíritu actúen de forma equilibrada, la base del yoga.
La periodicidad en la práctica del yoga es muy importante para que no pase un tiempo excesivo entre una sesión y otra. Por eso, los maestros invitan a practicar entre tres y cuatro veces a la semana con una duración de, al menos treinta minutos por día.
Una vez que estamos practicando yoga hay que eliminar las prisas y la precipitación de cualquiera de los movimientos. Además, nunca hay que ir más allá de nuestra capacidad física: es importante entender que el yoga no es una competición.
El tiempo de permanencia en cada postura es un factor muy importante porque puede variar en función de la sesión de yoga y el efecto que se quiera. Siempre hay que buscar el equilibrio entre el tiempo de permanencia máximo y no sobrepasar los límites de nuestro físico.
Hay que tener en cuenta que los efectos en cada postura no son inmediatos: cada asana debe tener un período de gestación para que los efectos sean asumidos orgánicamente. Cada cuerpo y organismo es diferente y por tanto cada persona necesita unos tiempos para conseguir los efectos deseados.
Aunque los movimientos en yoga se hacen muy lentamente y con una concentración máxima en lo que hacemos, existe la posibilidad de lesionarse haciendo asanas. Si notamos un tirón muscular o un dolor fuerte mientras se practica una determinada postura no hay que detenerse bruscamente, sino que es mejor respirar con mucha tranquilidad y, poco a poco, deshacer la postura.
Los asanas son una pieza fundamental en el yoga que requieren su técnica y tiempo de preparación y adiestramiento. Son la clave para conseguir el equilibrio pleno entre cuerpo, mente y espíritu.