Miguel Indurain, así se forjó la leyenda del ciclismo español
Solo siete ciclistas españoles han conseguido ganar el Tour de Francia
Miguel Indurain es el único ciclista capaz de conquistar cinco Tour consecutivos
Si hoy le cuentas a un adolescente que en los años 90, cuando se salía de fiesta, en todas las discotecas se bailaba cada noche el "Indurain, Indurain, Indurain", es probable que no te crea. Pero así de enorme fue la influencia del ciclista de Villaba en la España de hace un cuarto de siglo: Miguel Indurain, también conocido como Miguel V de Francia, ha sido el mejor ciclista de la historia de este país y entró en el selecto club de los cinco, el de los pocos corredores que fueron capaces de ganar cinco Tour de Francia, aunque él ha sido el único en hacerlo de manera consecutiva.
Hasta la llegada de Miguel V de Francia, solo tres españoles habían sido capaces de subir a lo más alto de los Campos Elíseos: Federico Martín Bahamontes, en el 59; Luis Ocaña, en el 73; y Pedro Delgado, en 1988. Después de Indurain, se unieron a la lista Pereiro, en 2006; Carlos Sastre, en 2008; y Alberto Contador por partida doble, en 2007 y 2009. Pero ninguno de ellos, pese a su enorme categoría como deportistas de élite, pudo nunca llegar a la estela de Miguel Indurain.
El de Villaba fue un referente deportivo, pero también social. Las tardes del mes de julio eran sagradas para ver el Tour de Francia con los comentarios de un clásico de la tele como Pedro González. Las siestas no eran completas cuando Indurain entraba en escena; en las piscinas los aficionados (y los que no lo eran tanto) se arremolinaban ante la televisión de turno para seguir la evolución de cada etapa; y quienes tenían que trabajar se llevaban una radio para poder seguir los avatares de 'Miguelón' a través del pinganillo.
Miguel Indurain, la leyenda
Miguel nació en la localidad navarra de Villaba un 16 de julio de 1964. Con solo 22 años ya mostró la calidad que tenía dentro ganando varias pruebas del calendario nacional como la Vuelta a los Valles Mineros, el Gran Premio Navarra, la Vuelta a Galicia o la Semana Catalana. Pero su eclosión llegaría en 1989: primero ganó la París-Niza, convirtiéndose en el primer ciclista español en lograrlo; después llegaría una etapa en el Tour y la confirmación de que estaba preparado para luchar por cualquier objetivo.
Ese objetivo fue siempre el Tour de Francia: entre 1991 y 1995 nadie más que él pudo subir a lo más alto del podio de los Campos Elíseos. Su tiranía fue total y sus rivales de entonces nunca pudieron con él: Gianni Bugno, Claudio Chiappucci, Tony Rominger… Miguel se erigió en una leyenda y, al contrario que otros ciclistas, lo hizo con clase: no quería humillar a sus rivales, sino que les concedía algunas etapas a fin de lograr el objetivo final que era ganar en París. Algo poco habitual para lo que hasta aquel entonces había sido el ciclismo.
Mítica es la etapa del Tourmalet, en 1991, cuando se marchó junto a Chiappucci en la bajada sentenciando la carrera y regalando la victoria en la etapa al italiano; la de La Plagne, en 1995, cuando respondió a un ataque lejano de Alex Zulle poniendo un ritmo infernal con el que destrozó a todos sus rivales, sentenciando su quinto Tour consecutivo; o la del Mortirolo, en el Giro del 94, cuando fue capaz de ganar al mejor escalador italiano de todos los tiempos, Marco Pantani, subiendo a su ritmo y sin cebarse ante los ataques del 'Pirata' al comienzo del puerto.
Porque Miguel subía tan bien como bajaba, pero cierto es que sus mejores prestaciones las ofrecía siempre en la lucha contra el cronómetro. Así lo demostró en la famosa contrarreloj de Luxemburgo, en el Tour del 92, cuando metió tres minutos al segundo clasificado y provocó una escabechina nunca vista hasta entonces en una carrera contra el crono. Miguel había acostumbrado a la afición a ganar las cronos y mantenerse en la montaña, pero con el tiempo demostró que, cuando era necesario, tenía la capacidad de poner un ritmo infernal hacia arriba que casi nadie era capaz de seguir.
Por si sus gestas en el Giro de Italia, con dos victorias, y el Tour de Francia, con cinco, eran escasas, se obsesionó con batir el récord de la hora. Entonces estaba en poder del británico Graeme Obree con 52,713 kilómetros, pero Miguel destrozó ese cronómetro y fue el primer hombre en superar la barrera de los 53 kilómetros, dejándolo en 53,040 un 2 de septiembre de 1994 en el Velódromo de Burdeos.
Pero Miguel dio muchas más alegrías a la afición: ganó la medalla de oro en el Mundial contrarreloj de 1995 en Boyacá, Colombia, y fue plata en el histórico doblete logrado con España con Abraham Olano conquistando el oro y contando con Indurain como escudero; y, para poner el broche soñado a una carrera única, conquistó la medalla de oro contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, su última gran hazaña.
Miguel Indurain es el mejor ciclista español de todos los tiempos. No solo ganó más que nadie, sino que lo hizo con la elegancia de quien es mejor que los demás, pero quiere humillar. Nadie fue mejor contrarreloj que el ciclista de Villaba, lo que le valió el apodo de 'El extraterrestre', pero demostró que subiendo o bajando también era intratable. Una leyenda de la historia del ciclismo que, hoy en día, sigue siendo un ídolo para millones de aficionados de todo el mundo. "Indurain, Indurain, Indurain"…