Una alimentación saludable debe componerse de hidratos de carbono, proteínas y grasas que, combinadas de manera saludable, proporcionen al organismo todos los nutrientes que necesita para su correcto funcionamiento. El problema aparece cuando se produce un desequilibro entre esos tres grandes grupos de nutrientes e ingerimos un exceso de las denominadas grasas malas, ya que puede provocar graves problemas de salud.
Las grasas son necesarias para el organismo, pero no todas. Por eso, los expertos en nutrición diferencian entre "grasas buenas y grasas malas". Las grasas buenas son aquellas que permanecen líquidas a temperatura ambiente y que dan al cuerpo los nutrientes que necesitan.
Estas grasas beneficiosas son las grasas monoinsaturadas (aceite de oliva, aguacate, etc.), las grasas poliinsaturadas (soja, aceite de girasol, etc.) y los ácidos grasos omega 3, presentes en pescados como la caballa, el salmón o la sardina y también en alimentos vegetales.
Así, mientras debemos tratar de consumir esas grasas buenas con moderación, debemos evitar la presencia de grasas malas en nuestra dieta. ¿Cuáles son los tipos de grasas saturadas? Las grasas saturadas se dividen en grasas hidrogenadas y las grasas trans. Son las más peligrosas para nuestra salud y hay que limitar su ingesta drásticamente.
¿Dónde se encuentran las grasas saturadas? Estos son algunos de los ejemplos de alimentos en los que encontraremos grasas saturadas:
La grasa saturada es dañina para el organismo. Está presente en multitud de alimentos, por lo que es fundamental ser consciente de dónde se encuentra para no consumirla de manera excesiva. Productos como el queso, la carne roja o las comidas rápidas y precocinadas presentan una gran cantidad de grasas saturadas.
Ese consumo excesivo puede degenerar en diferentes enfermedades y afectar a nuestro organismo de manera muy importante:
Aumento de peso. Las grasas saturadas están presentes en alimentos de consumo masivo como la bollería industrial, la comida rápida, etc. Contienen muchas más calorías que los alimentos ricos en proteínas o carbohidratos y eso deriva en un aumento de peso en el caso de consumo excesivo.
Enfermedades cardíacas y cardiovasculares. Cuando la grasa se acumula en nuestro organismo provoca un exceso de placa que hace que las paredes internas de las arterias se estrechen. Ese problema se conoce como ateroesclerosis y puede dar lugar a enfermedades cardíacas.
Además, la ingesta excesiva de grasas saturadas lleva a un aumento del nivel de colesterol LDL, el que se conoce como colesterol malo, que eleva exponencialmente el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular.
La mayoría de los alimentos contienen diferentes grasas combinadas. Eso no significa que haya que eliminarlos de nuestra dieta, ya que las grasas son necesarias para generar energía, pero sí elegir alimentos en los que el contenido de grasas monoinsaturadas y grasas poliinstaturadas sea mayor que el de las grasas saturadas. Estos son algunos consejos que nos ayudarán a alimentarnos mejor.
Las grasas saturadas son un enorme riesgo para nuestra salud y reducir el consumo de alimentos ricos en este tipo de grasas es un objetivo que todos nos debemos marcar.
Los expertos en nutrición recomiendan que la cantidad de grasas diarias no supere el 25 por ciento del total de calorías que ingerimos y las grasas saturadas no deberían suponer, en ningún caso, más del 10 por ciento del total si queremos llevar una dieta sana y saludable.