Carlos Sainz ya era historia del automovilismo. Todo el mundo estaba pendiente de sus actuaciones en el campeonato del Mundo de rallyes. Había ganado un Mundial y, al año siguiente, se quedó a las puertas de ganar el segundo título consecutivo.
Pero todo esfuerzo da sus frutos y, en 1992, el piloto madrileño consiguió volver a hacer historia, no sin antes exprimirse al máximo en cada carrera.
Sainz conducía una nueva evolución del Toyota Celica Turbo 4WD ST-185 con el que pretendía demostrar su poderío al volante. Y vaya si lo hizo. Junto a él, por supuesto, estaba Luis Moya como copiloto, en un dúo tan mediático como eficaz gracias a la buena sinergia que tenían entre ambos.
Al igual que en el año en el que venció el campeonato, la situación en Montecarlo fue prácticamente la misma. Aunque el asfalto estaba bastante helado, lo que dificultaba la conducción. Sainz llegó a liderar la prueba, pero a medida que la pista se secaba, los Lancia volaban. Didier Auriol ganó con contundencia, sacándole más de dos minutos a Sainz, que concluía en segunda plaza.
La primera mitad de la temporada fue muy dura para Sainz. En Portugal, Sainz quedó detrás de Kankkunen y Blasion, firmando una tercera posición que, tal y como fue el campeonato, en el que tuvo que defender cada segundo más que tratar de arañar puestos, fue casi un premio. En el Rally Safari de Kenia, la suerte cambió. El Toyota aprovechó al máximo las condiciones complicadas de las pistas africanas y ganó holgadamente. Más que eso, sacando 50 minutos a Kankkunen.
Pero las cosas se volvieron a torcer en el Tour de Corse. Los cambios de diseño en el Celica no favorecieron para las condiciones que tenía el campeonato. En el que, además, hacía mucho calor y los neumáticos se desgastaban con fiereza. Sainz luchó aguerrido para mantener una cuarta posición que le permitiera puntuar.
Tampoco mejoraron las cosas en el Rally Acrópolis. Sainz intentó repetir la configuración del año anterior, que tan buen resultado le dio. Pero el coche era distinto. Un accidente le dejó sin puntos, mientras que Auriol volaba por la pista, aumentando su ventaja en la clasificación. Sería un logro que la cosa cambiara.
Pero la esperanza es lo último que se pierde. Llegaba Nueva Zelanda, donde Sainz reinó en las últimas dos ediciones. Y, aunque seguía sin acabar de dominar la fiereza del coche, consiguió ganar en una prueba en la que no estaban los Lancia oficiales. La ilusión volvía.
Más motivado que nunca Sainz fue hasta Argentina para seguir ganando y sumando puntos. La carrera fue igualadísima, con el propio Sainz y Auriol dominando, entre los dos, casi todos los tramos. El francés se llevó el premio, aumentando la distancia con el español.
Sainz prescindió de 1000 lagos para competir en carreras en las que tuviera más opciones reales. Tocaba el turno de Australia. Pero no había opciones. Los Lancia estaban muy lejos. Auriol y Kankkunen coparon las dos primeras plazas. Parecía todo perdido.
Pero la suerte va por bandos y, si el año anterior favoreció al francés, esta vez le tocaba a Carlos Sainz llevarse la alegría. Auriol no puntuó en un Rally San Remo al que el español no estuvo presente. Ganó Kankkunen, quien se metía de lleno en la lucha por el campeonato, dejando a nuestro piloto en tercera posición, a 16 puntos del líder.
Tocaba correr en casa y, el tiempo que tuvo de margen le sirvió para poner a punto el Celica. Esto hizo que Sainz ganara en el Rally Costa Brava con los nuevos ajustes de su bólido, que volaba sobre el trazado. Kankkunen quedó segundo y Auriol, después de una salida de pista, se tuvo que conformar con la décima posición. El resultado hizo que Sainz llegase en primera posición en la última prueba del campeonato.
124 puntos para Sainz, 122 para Kankkunen y 121 para Auriol. Todo podía pasar en el RAC de Inglaterra. Quien ganase, se llevaría el título. Y Sainz no tuvo rival. Con el reglaje del coche medido a la perfección, ganó sobradamente tras liderar prácticamente todo el rally. Kankkunen acabó en segunda posición y Auriol, a quien ya no le acompañaba la suerte, se le apagó el motor.