Puede que tengamos que remontarnos unos cuantos años para recordar estadios de fútbol que eran considerados como "las calderas", aquellos en que la proporción entre tamaño del estadio e instalaciones podían causar intimidación a los equipos rivales. En España siempre recordaremos las dos Ligas de la Real Sociedad en Atocha, con aficionados apenas a un par de metros de los jugadores y que acabaron llevando a los donostiarras a conquistar dos títulos ligueros. No era un campo pequeño (26.700 espectadores), pero se puede decir que parecía que allí estaba toda la ciudad junta y se multiplicaban los espectadores. Lo mismo pasaba en El Sádar de Pamplona (30.000 plazas), en la época de los vallados con sus aficionados escalando para celebrar los goles del inolvidable Michael Robinson.
En esa misma época, a finales del siglo XX, había campos como El Plantío de Burgos, Las Gaunas del mítico Logroñés o El Sardinero del Racing de Santander, donde había miles de aficionados de pie que hacían que los aforos de los estadios casi doblasen lo que las normativas de seguridad obligan hoy en día.
Pero hay que reconocer que, en España, los estadios de fútbol han evolucionado y cambiado mucho desde principios de los 90 hasta ahora, tanto en las instalaciones como en los aforos. Pero también ha variado la manera de concebirlos y de desarrollar su construcción. Las normas introducidas para que todos los espectadores tuvieran que estar sentados le han dado una vuelta de 180 grados a estos campos, que ahora tienen grandes innovaciones tecnológicas y diseños mucho más vanguardistas.
Precisamente, podemos fijarnos en el campo con mayor capacidad que, a día de hoy, es el Camp Nou del Barcelona con un aforo declarado de 99.354 espectadores después de reducir desde los 120.000 que tenía antes de la norma de los asientos. Tras él, está el Santiago Bernabéu del Real Madrid, que cuenta con un aforo de 81.044 antes de comenzar la ampliación que también supondrá un aumento de aforo. Y después, el Wanda Metropolitano del Atlético de Madrid con 67.703 espectadores sentados en un espectacular campo propio del siglo XXI.
De los equipos de la Primera División de Liga de Fútbol Profesional (LFP), el más pequeño es el Municipal de Ipurúa, el del Eibar, que puede acoger a poco más de 7.000 espectadores, pero que también está en proceso de ampliación y supondrá añadir unas 2.000 localidades más, para rozar los 10.000. Le sigue el Municipal de Butarque, que concentra en Leganés a 12.450 espectadores. Donde sí encontramos el estadio más pequeño de los equipos profesionales es en Fuenlabrada, ya que el Estadio Fernando Torres tiene una capacidad de 2.200 espectadores, seguido por Santo Domingo, campo del Alcorcón, con 5.100. En Huesca, El Alcoraz admite hasta 5.325 aficionados, mientras Anduva se llena con 5.759 hinchas del Mirandés.
En mayor o menor medida, todos los clubes profesionales han ido adaptando su presupuesto para tener siempre cantidades destinadas a procesos de modernización y/o ampliación de sus estadios. Es el caso del Real Betis, que concluyó sus obras dejando unas gradas para 60.721 aficionados; mientras que sus vecinos y rivales del Sevilla tienen oficialmente 45.883 asientos. Por supuesto también con un proyecto pendiente de materializar para intentar llegar a más. En el norte de España, el Athletic de Bilbao concluyó hace unos años (2013) su mayor remodelación con un San Mamés convertido en una 'Catedral' para 53.330 fieles; y en San Sebastián eliminaron las siempre frías pistas de atletismo en el mundo del fútbol, para alcanzar los 39.500 asientos en las gradas del nuevo Anoeta.
Caso distinto es el de Mestalla, el vetusto campo del Valencia, con 55.000 espectadores y un Nuevo Mestalla paralizado desde hace una década: tiene una buena parte de él ya finalizada, pero con la estructura a la vista (para unos 65.000 aficionados), rodeado de una oscura nebulosa, retrasos y con un futuro incierto que sitúa su posible inauguración a partir de 2022 (aunque todo puede cambiar).
En Europa también podemos establecer las mismas diferencias que en España. No es lo mismo un campo pequeño que una caldera o, más acertadamente, infiernos como el estadio del Olimpiacos en Atenas, el del Besitkas en Estambul o el del Estrella Roja, en Belgrado. Pero no son pequeños estadios que destaquen por su tamaño, sino auténticos hornos que ejercen sus aficionados con una enorme presión animando.
Pero, en cuanto a capacidades, en la Premier League inglesa, el Bournemoth tiene su coqueto estadio Dean Court con 11.329 espectadores que aprietan durante todo el partido; mientras que en Italia, el Paolo Mazza de la Spal acoge a 13.000 aficionados. En Francia, el estadio más pequeño es el del Amiens, que tan solo tiene 12.297 asientos cubiertos. Y en Alemania, los estadios de los equipos profesionales suelen ser grandes si los comparamos con los tamaños de los pequeños recintos de los que estamos hablando. Pero, entre todos, destaca el muro amarillo del Westfalenstadion, rebautizado comercialmente como Signal Iduna Park, donde 25.000 gargantas se reúnen en un único fondo para animar a su Borussia Dortmund. Es la mayor caldera de Alemania y, al mismo tiempo, el estadio más grande de la Bundesliga.
En el extremo opuesto está el estadio homologado más pequeño del mundo que se encuentra en Suiza. Construido a más de 2.000 metros de altura, solo se puede acceder hasta él por medio de un teleférico. Es el Ottmar Hitzfeld, tiene capacidad para 480 espectadores y es la sede del Gspon, un club aficionado de la zona de los Alpes. Seguramente un sitio idílico para hacer una pretemporada, pero no muy cómodo para los aficionados.
Los estadios de fútbol más pequeños del mundo suelen ser calderas, pero las nuevas normas de este deporte han hecho que los antiguos y coquetos recintos hayan dado paso a modernas instalaciones con todo tipo de lujos. El fútbol ha cambiado y, con él, la capacidad de los estadios, tanto en España como en el resto del mundo.