Todo comenzó en 2008 de la mano de Luis Aragonés. España, con el gol del Niño Torres, se alzaba con la copa de campeones de Europa. Era el inicio de una generación que nos llevó a lo más alto en Sudáfrica. Era un 11 de julio, tal día como hoy de hace ocho años.
España, de la mano de Vicente del Bosque, llegaba a la final ante una Holanda que se había mostrado batalladora y combativa durante todo el torneo y, sobre todo, desplegando un potente juego físico. La Roja era todo lo contrario: el tiki-taka.
La táctica holandesa era clara: dureza y evitar que España tuviese el control absoluto del balón. Les salió bien y gracias a una intervención magistral de Iker Casillas ante Arjen Robben llegamos con vida a la prórroga.
Holanda se quedó con uno menos por expulsión de Heitinga. Y se armó la jugada que ocho años después seguimos recordando. Pase de Cesc Fábregas a Iniesta y el medio manchego no se lo piensa para romperla al fondo de la red.
En ese momento nació el “Iniesta, de mi vida” de Camacho. España lo había conseguido. Por fin, éramos campeones del mundo. Todo el país se echó a la calle. Había que celebrarlo. Una fiesta que duró días y ocho años después sigue poniendo los pelos de punta.