Logo de cuatro
Deportes Cuatro

cuatro

Desde Roma, con temor

  • Testimonio en primera persona desde el foco del coronavirus

Italia, ese país maravilloso, alegre, lleno de historia, de buena comida, de gente que vive por y para el fútbol, se ha convertido en el agujero negro de Europa. Esa "dolce vita" ha desaparecido y aquí estamos, atrapados en él. Viendo como día tras día la cifra de fallecidos solo hace más que aumentar. Los hospitales cada vez están más saturados y no hay nada que podamos hacer. Tenemos que quedarnos en casa y esperar a que pase la tormenta.

Más de cuatro mil personas han perdido la vida por culpa de este maldito virus. Si hay alguien que leyendo esto, sigue pensando que se trata de una broma o una exageración, tiene un grave problema.

Es desolador ver cómo en Bérgamo han tenido que trasladar a cientos de fallecidos amontonados en tanques militares a crematorios de otras localidades porque no cabe nadie más. Es desolador leer los testimonios de personas que han visto morir a sus familiares en casa porque las ambulancias no llegan a tiempo. Es desolador ver cómo se cae el país a pesar de los esfuerzos de médicos, enfermeras, cajeras, transportistas y fuerzas del orden.

Tentando a la suerte

Hace cuatro semanas, fui a Milán para cubrir el Atalanta-Valencia, el partido donde se contagiaron decenas de aficionados españoles. Me libré. Continué tentando a la suerte la siguiente semana, cuando me fui a Nápoles a cubrir la llegada del Barcelona. Continuaba convenciéndome a mí misma de que el virus era “una gripe como otra cualquiera”.

Nos equivocábamos, de pleno. En cuestión de un día las noticias solo hablaban del coronavirus. Incluso ponían un anuncio cada 2 minutos para alertar de la gravedad, acompañado de una música de lo más inquietante.

Al ver que nadie hacía caso, el presidente Giuseppe Conte se vio obligado a cerrar Lombardía y otras 11 provincias, donde estaba el foco de la pandemia. En ese momento, el miedo entró en nuestras casas como un tsunami. Parecía una escena de una película de terror. Muchos huyeron a la estación de tren de Milán para viajar al Sur, donde estaban sus familiares, movidas por el pavor y la histeria, y pusieron en peligro a quien se cruzó en su camino.

Día 9, sin libertad, sin sueño

Llegó el 9 de marzo. El día en el que nos arrancaron por completo la libertad. Esa noche, 60 millones de personas vimos a través de las pantallas cómo se decretaba el Estado de Alarma en todo el país. Nadie podría entrar ni salir de Italia. Sentí un vuelco en el estómago. Esa noche no dormí. Aterraba la idea de no poder salir del país, de no saber cuánto duraría esto y de pensar que podría pasarle algo a nuestros familiares y no habría manera de despedirnos de ellos.

Me quedé en Roma, donde vivo desde hace cuatro años, para informar de lo que estaba pasando y poder avisar a personas de otros países de lo que estaba por llegar.

Nadie se lo tomaba en serio

Cuando intenté avisar a mis compañeros en España decían: “Los italianos son unos exagerados, eso a nosotros no nos va a llegar”. La impotencia era inmensa. Veía, desde lejos, cómo los gobiernos permitían manifestaciones, grandes encuentros y no alertaban de lo que estaba pasando realmente en el mundo.

¿Por qué?, ¿para no alarmar?, ¿para evitar lo inevitable?. Lo curioso es que nadie llegó a darle importancia hasta que comenzaron a cancelar partidos… Se demostró, de nuevo, el poder del fútbol y del deporte.

El peor momento del día

En Italia llevamos más de 11 días de confinamiento obligatorio. Ha llegado un punto en el que da miedo hasta salir a comprar el pan. Ir al supermercado o a la farmacia se han convertido en una tarea estresante. Primero toca vestirse para salir: mascarillas, guantes y gafas. Una vez llegas al sitio hay filas larguísimas en las que hay que esperar a 2 metros de distancia. Además, la gente está con los nervios a flor de piel y te mira de reojo para que no invadas su perímetro. Cuando entras, hay que comprar deprisa, acabas llevándote cosas que no necesitas y sólo tienes ganas de pagar rápido y salir de ahí lo antes posible.

Llegar a casa ahora provoca una verdadera sensación de alivio. Sin embargo, siguen circulando vídeos en las redes sociales de personas que salen a pasear y a hacer deporte como si esto no fuese con ellos. Se creen invencibles, pero solo demuestran un egoísmo y una irresponsabilidad que excede los límites de lo humano. En los tiempos más oscuros, las máscaras caen.

Dijeron que estaríamos así hasta el 3 de abril, pero todo apunta a que irá para largo… El peor momento del día llega a las seis de la tarde, la hora en la que recibimos la cifra de fallecidos y contagiados, Italia ya tiene el récord de personas fallecidas en un solo día, 627, y los expertos dicen que aún no hemos llegado al pico.

Ojalá pudiésemos despertar pronto de esta pesadilla para volver a salir tranquilos a la calle sin el peso de conciencia, para ir al fútbol, abrazar a nuestras familias y para valorar todo lo que teníamos antes, cuando la vida nos parecía solo “normal”. De momento, todos los caminos conducen a la duda.

.