Alcohol y ejercicio físico no es la mejor combinación. En general, el consumo de alcohol no es bueno para la salud y afecta a muchos de los procesos vitales de nuestro organismo.
Eso sí, hay que tener en cuenta que tendrá más o menos efectos en función de la cantidad que se ingiera, si padeces algún tipo de enfermedad crónica, la tolerancia que tu cuerpo muestre y la facilidad para eliminarlo y el tipo de ejercicios que estés habituado a hacer.
También tienes que influirá en el metabolismo de los carbohidratos y las grasas por lo que si consumes alcohol harás que este proceso se detenga. Además de esto, inhibe la producción de glucosa hepática durante la práctica deportiva por lo que esto puede provocar que aparezca con mayor facilidad la hipoglucemia.
En cuanto al sistema nervioso también se verá dañado. Las funciones cognitivas y la habilidad motora se verán reducidas. Además, se ha demostrados en diversos estudios que afecta negativamente al equilibrio, el tiempo de reacción, la búsqueda visual, el reconocimiento y la memoria.
Si eres una persona sana y que lleva unos hábitos alimenticios buenos deberás saber que el alcohol puede repercutir y mucho en tu rendimiento deportivo, no vale que una noche te pases de copas y digas que al día siguiente lo compensas con el gimnasio porque seguramente no obtendrás los resultados que deseas.
Si eres de los que realiza un entrenamiento de fuerza debes de saber que la ingesta de alcohol disminuye la síntesis de proteínas musculares que son esenciales para este tipo de prácticas en las que pretendes ganar músculo y son importantes para la reparación después de una sesión y para la hipertrofia adaptativa.
Esto es debido a que el alcohol facilita la supresión de los mecanismos que desencadenan en la síntesis de proteínas.
Otros de los efectos negativos que tiene es que es agrava la deshidratación propia que se da durante el ejercicio. Se debe a la que este tipo de bebidas actúa como un vasodilatador periférico.
También puede contribuir a que las variaciones de las temperaturas corporal. Además, hace que tengas menos tolerancia a la carga de trabajo, te cansarás antes y no rendirás de la misma manera que si no lo hubieras tomado.
El riesgo de lesión aumentará si habitualmente recurres al alcohol. Hay estudios que demuestran que aquellos futbolistas que lo hacen de manera recurrente tienen un 55% más de probabilidades de sufrir alguna lesión, mientras que los que no lo hacen tienen un 24%.
Algo muy curioso que sucede es que reduce la capacidad aeróbica, pero no sucede con la anaeróbica.
Si estás saliendo de una lesión se recomienda que no se recurra al alcohol porque ralentiza la recuperación ya que hemos comentado que afecta directamente a los músculos.
El alcohol incrementa la secreción de cortisol, una hormona de estrés que provocará la reducción muscular. Además, interferirá en el sistema inmunológico por lo que estarás más débil a la hora de afrontar el ejercicio.
Debes saber que el alcohol es una sustancia nociva que aprovechará el momento de descanso para dar la cara y atacar a los músculos. No descansarás igual porque hay algo por dentro que no va bien y sí algo es importante para poder afrontar un duro entrenamiento y el día a día es haber descansado bien.
El alcohol engorda. Contiene muchas calorías y estas al final son almacenadas, además, el hígado lo transforma en acetato y el cuerpo tira de este para obtener energía en vez de las grasas que tienes acumuladas.