El 26 de enero del 2020 la vida volvió a demostrar que a veces es injusta. Ese día fallecería Kobe Bryant junto a su hija y siete personas más en un accidente de helicóptero. El baloncesto y el mundo del deporte se paralizaba ante tal noticia.
Miles de actos homenajes se sucedieron en todo el mundo y uno de sus amigos más personales, que estuvo durante un tiempo compitiendo codo con codo, se encargaría de que La Mamba nunca fuera olvidada. El español llegó a afirmar que haría lo que estuviera en su mano “para tener presente tu legado y tus lecciones".
El pívot español no ha dejado de estar en contacto con la familia de Bryant. A lo largo de todo este año su implicación con ellos ha sido brutal. Ha seguido preocupándose tanto por Vanessa Bryant, la viuda, como con el reto de sus hijos.
Este mismo verano tanto él como su mujer aprovechaban unos días para pasarlo con la familia en un barco y subía una foto con una de las hijas.
Desde que falleciera hace un año son muchas las fotos que Pau ha compartido en su perfil de redes sociales junto a Kobe o algún miembro de la familia. Fechas especiales como el cumpleaños de La Mamba se llenaban de mensajes y el de Gasol no iba a ser menos.
"Con lágrimas en mis ojos hoy... desearía tanto que estuvieras aquí celebrando tu cumpleaños con tus niñas y tu familia. Te extraño mucho, a ti y a Gigi, hermano. Siempre estaré agradecido por el impacto que has tenido en mi vida de tantas formas diferentes", escribía junto a una fotografía.
Un vídeo con grandes momentos juntos en los Lakers también aparecería en Instagram junto al siguiente comentario. "Kobe nos enseñó a ser mejores. "Kobe nos enseñó a ser mejores.Mejor anotador, mejor mentor, mejor padre, mejor campeón. Hoy, en su cumpleaños, continuamos su búsqueda interminable de lo mejor".
Palabras de cariño y afecto que demuestran la gran relación que tenían. Para Pau Gasol la muerte de su amigo fue un gran varapalo y su carta publicada en Sports Illustrated así lo demuestra.
"En mi primer día en los Lakers, quedé con el equipo en el Ritz de Washington D.C., y a la 1:30 de la mañana alguien llamó a mi puerta. Entonces descubrí que Kobe no duerme demasiado. Me senté en la cama y él se sentó en la mesa que había al lado de la televisión. Me dio la bienvenida al equipo, y después me dijo que era ‘el momento de ir a por todas’. Era el momento de ganar. Él sentía que yo podía llevarle de nuevo a la cima, y quería asegurarse de que yo lo supiese. ‘Ésta es nuestra oportunidad’, me dijo. Fue convincente y muy significativo.
Éramos perfectos juntos.
Gran parte del triángulo ofensivo se basa en las lecturas del juego, en trabajar los unos con los otros y en entenderse. Yo entendía el juego. Era meticuloso al respecto. Creo que él lo apreciaba. Creo que lo veía como algo refrescante. Nuestra relación fue muy bien desde el principio. Los dos sabíamos que necesitábamos al otro para tener éxito.
En la NBA hay tantos partidos que es fácil dejarse llevar. Él mantenía a todo el mundo preparado. En los entrenamientos, retaba a la gente. Hacía trash talking. Aquello no era para todo el mundo. Algunos jugadores no pueden aguantar todo eso, pero a mí no me importaba. Era su forma de motivarte y empujarte a que dieras más. Es fácil acomodarse. Él se aseguraba de que nadie estuviese cómodo.
Después de perder el sexto partido de las Finales de 2008 ante los Celtics, no hablamos mucho al respecto. Era hora de digerir lo que había sucedido, de preguntarnos por qué nos habíamos quedado cortos y de dejar que ese fuego ardiera dentro de nosotros; dentro de nuestros estómagos. Entramos en la siguiente temporada con una actitud diferente: más fuertes, más agresivos y más decididos. Creo que por eso ganamos los dos campeonatos siguientes.
Si juegas con él, ves todos los días la prueba viva de por qué los más grandes son los más grandes. No es un accidente. Es una obsesión: llegar a ese nivel y mantenerse. La dedicación, el compromiso… Es algo único. No se encuentra por ahí. Él me inspiró para mejorar, me ayudó a reparar en los detalles del juego.
Batimos a los Magic en las Finales de 2009, y todo el mundo estaba muy contento, pero para él era diferente. Tenía un significado especial. El baloncesto era su vida y ganar su devoción. Y no digo que su familia no fuera primero, significa la vida para él, pero el baloncesto le llegaba muy dentro.
Cuando el traspaso de Chris Paul, del que yo iba a formar parte, fue vetado en diciembre de 2011, él fue como un hermano mayor, defendiéndome. Llegado el momento, les dijo a los Lakers, ‘si vais a traspasarle, haced lo que tengáis que hacer. Si no, dejadle en paz y dejad que juegue’.
No nos veíamos tanto fuera de la cancha, pero hacia el final comimos bastantes veces los dos solos y recordamos viejos tiempos. Cuando yo estaba decidiendo si debía dejar los Lakers en 2014, él vino a mi casa de Redondo Beach. Me dijo que quería que me quedara en L.A. y luchara junto a él hasta el final de nuestras carreras. Esas fueron sus palabras. Yo le dije que estaba en un momento en el que necesitaba un cambio en mi corazón. Necesitaba cambiar de aires. Fue una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, decirle, ‘he decidido que no voy a seguir jugando contigo’.
Fiché por los Bulls porque quería estar en posición de poder ganar otro título. No he sido capaz de lograrlo. Le echo mucho de menos. Echo de menos su presencia. Echo de menos su actitud. No hay muchos jugadores que la tengan.
Lo del cisne blanco, el cisne negro, todo aquello no me preocupaba. No me enfadaba. Significaba que a él le importaba. Era amor duro. Me retaba porque esperaba más de mí. Cuando le importas a alguien, entonces es cuando te ponen a prueba. Cuando no les importas, te ignoran. Es entonces cuando te tienes que preocupar.
Puede que esté dolido porque sé lo que se siente al ganar, y adoro esa sensación. Me cambia el estado de ánimo. Me afecta. Creo que ganar extenderá mi carrera y me motivará a hacer más. Estar junto a Kobe tuvo un gran impacto en mi vida. Voy a ser agente libre este verano, y ahora pienso en eso. Quiero sacar el máximo de los años que me quedan. Quiero volver a formar parte de algo especial."
Para Pau Gasol no es una fecha cualquiera. Hace justo un año un gran amigo perdió la vida en un accidente con el que ya no va a poder seguir disfrutando más momentos, solo le quedará rememorar todos los que han vivido.
Su gran amistad se fragua cuando los dos coinciden en el equipo de Los Ángeles. El español llegó en 2008 en donde ya le esperaba Bryant. El buen entendimiento fuera del campo darían grandes frutos dentro de él. Esto les llevó a ganar dos anillos.
Tan es así que en los Juegos Olímpicos de 2012 el propio Kobe se acercó al banquillo español para animar a su gran amigo tras perder la final. El abrazo que se dan lo dice todo.