Cuando en un hospital hay empujones, doctores nerviosos, pacientes asomados a las ventanas y familiares reales es que allí está el rey emérito. En su juventud le operaron sobre todo después de accidentes: una caída en un partido de squash o en una pista de esquí. Los problemas reales empezaron en 2010. El primer susto fue un nódulo en el pulmón. Una operación rápida y el asunto se dio por zanjado.
El siguiente problema, la artrosis, no se iba a cerrar tan fácilmente. En 2011 le pusieron una prótesis en la rodilla. Unos meses después se rompió el tendón de aquiles, así que le volvieron a operar. Lo peor, sin embargo, llegó al año siguiente. Cazando elefantes en Bostwana el rey Juan Carlos se rompió la cadera. Protagonizó tres operaciones en un año y la salida de quirófano más famosa de la historia.
Al año siguiente, otras dos operaciones: una hernia discal y la sustitución de una prótesis que se le había infectado. Después de esa intervención salió del hospital y estuvo cinco años sin pisar un quirófano. En 2018 acabó la buena racha. Al hospital volvieron los ramos con la bandera de España y las visitas reales. Al rey emérito le tuvieron que sustituir una prótesis de rodilla.
El año pasado se le abrió otro frente. El rey emérito sorprendió al aparecer en los toros con un hematoma en su cara. Le habían tenido que extirpar una lesión en la piel producida por una sobreexposición al sol. Este fin de semana vuelven al hospital el rey emérito las cámaras y la expectación. Lo único nuevo es el tipo de operación: es la primera vez que se somete a una intervención cardíaca.