La historia de Alicia, que decidió a sus 65 años matarse antes de ser desahuciada
Se llamaba Alicia, tenía 65 años, estaba divorciada y tenía un hijo. Es lo que sabemos de ella. Lo que intuimos, la desesperación que le estaría invadiendo para suicidarse. Alicia había dejado de pagar el alquiler en febrero, llevaba 4 años viviendo en su edificio. Se había venido de Canarias para ayudar a su hijo.
En mayo acudió al ayuntamiento y pidió información sobre posibles ayudas. Servicios sociales le pidió que se empadronara para acceder a ellas, Alicia no volvió más. No sabemos lo que pagaba de alquiler y si se lo querían subir. Sí sabemos lo que cuesta un apartamento como el suyo en el mismo edificio, 750 euros al mes.
La nueva burbuja es el alquiler. En Madrid sólo en el último año ha subido de media un 7,8 por ciento. Pero en algunas zonas del centro esa subido ha llegado hasta el 30 por ciento. Desde el comienzo de la crisis en 2007 más de 17.000 personas se han quitado la vida por causas económicas. Alicia ha sido la última de ellas.
La historia de Alicia también es la historia de muchos mayores que afronta el final de su vida más solos de lo que parece y también agobiados por una economía en la que tener una casa es un artículo de lujo en muchos momentos. Entre los allegados de la fallecida, un hijo de unos 30 años de edad del que se sabe poco y una amiga de la que tampoco se conoce gran cosa.
Los vecinos destacan ante la prensa que aparentemente la mujer no tenía ningún problema físico o mental y que no se esperaban para nada lo sucedido. Suele pasar en los últimos tiempos. Los dramas solo se ven venir cuando ya han sucedido, y perder la vida por no poder pagar es uno de ellos. Y no pequeño.
El propio ministro de Fomento ha dejado claro que uno de sus objetivos es que el caso de Alicia no se vuelva a repetir nunca. Recordó Ábalos también otras que no salen en las portadas, pero que existen. La gente de la calle también pide una solución para que haya una alternativa al desahucio que no sea encontrarse con un piso vacío y una vida segada.