Apenas se habla de las víctimas de la pandemia del coronavirus que sí han sobrevivido, pero que aún no han superado unas secuelas que duran ya cuatro meses. Es una realidad que constatan los hospitales como el Puerta de Hierro de Madrid y que afecta hasta a un 40 por ciento de los contagiados: es la llamada COVID persistente, la enfermedad que no termina de curarse.
En esta situación está Fran, de 52 años. Era una persona completamente sana y ahora necesita ayuda para todo: desde cortar un filete hasta ponerse en pie. Lleva cuatro meses en el hospital, tres de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Siente como si le hubieran caído 40 años encima.
Poco puede hacer sin tener que recurrir después al oxígeno, aunque no tiene lesiones en los pulmones. Ha perdido 25 kilos de masa muscular, pero poco a poco mejora y su reto es volver a ser el de antes sin ponerse plazos. “Cuando me desperté de la sedación no podía mover nada”, explica. Su próximo destino será un centro de rehabilitación hasta poder volver a casa.
Los pacientes más graves, como él, arrastran síntomas durante meses, pero no son los únicos. Muchos casos leves tampoco terminan de recuperarse, ni siquiera los más jóvenes.
“Hay mucha gente que se ha quedado con sintomatología residual, que tienen mucha fatiga y que les haces pruebas y está todo bien pero ellos están mal y son jóvenes y ni siquiera han ingresado”, explica la neumóloga Marta Erro.
Es el caso de Ainhoa, de 37 años. Se infectó en marzo ni siquiera estuvo ingresada pero aún no ha logrado recuperarse. Por las tardes le sube la fiebre hasta los 37,7ºC y lleva meses con cansancio y tos.
Su caso no es excepcional, la COVID persistente afecta al menos a entre el 20 y el 40 por ciento de los infectados. La medicina de momento no tiene respuesta para ellos. “Es desesperante”, expresa Ainhoa, a quien como a Fran el coronavirus ha cambiado una vida que luchan por recuperar.