La llegada de menores no acompañados, los llamados ‘menas’, es cada vez más habitual. El número se ha multiplicado en los últimos años en España. Se les ingresa en los 1.100 centros de menores que existen, pero muchos están masificados en algunas comunidades, donde se distribuyen la mayoría. A menudo esos menores acaban en la calle, durmiendo en iglesias o caen en manos de bandas de delincuencia organizada o explotación sexual.
En 2016 llegaron por mar 588 menores no acompañados. Al año siguiente la cifra se cuadruplicó y al siguiente se volvió a triplicar. El problema es que el 60% de ellos se concentran en cuatro territorios: Andalucía, Melilla, Cataluña y el País Vasco. No hay un plan para redistribuirlos.
Ahmed es marroquí, tiene 12 años y ha llegado sólo a Ceuta: "Tengo 12 años y vivo en Tánger. Mi madre es pobre, no tiene nada. Hace una semana que llegué a la frontera y llevo tres días intentando cruzar por Ceuta. Quiero ir a España para aprender el idioma y jugar al fútbol. En España aprendería un oficio y podría trabajar en cualquier cosa, en lo que fuera".
Junto a esos menores duermen otros jóvenes que ya han cumplido 18 años. En cuanto tienen esa edad deben abandonar los centros y en muchas comunidades se quedan sin ayuda. Eso le ocurrió a Musaf, otro joven marroquí que estos días duerme en una iglesia de Barcelona. Conseguir trabajo no es fácil: para que les den papeles necesitan un contrato de 40 horas semanales y un año de duración.
Shalom, otro joven marroquí, después de vivir durante años en un centro de menores, tiene papeles y un trabajo en este bar. Es el futuro al que aspira Ahmed, que sigue esperando en Ceuta una oportunidad para cruzar a España.
Esta semana se sigue investigando la muerte de un joven marroquí en un centro de Almería cuando era inmovilizado por seis vigilantes. El número de menas se ha multiplicado en pocos años, y los centros de algunas comunidades donde se concentran están masificados. Muchos de esos menores acaban siendo víctimas de mafias de todo tipo.