Lupa sobre la brecha de género en la universidad
En un momento en el que se conoce el acoso de un profesor a sus alumnas en la Universidad de Oviedo, la presencia de la mujer en la universidad vuelve a la actualidad. Para la profesora Martín Rodrigo, “en las universidades se ha dado un sometimiento mayúsculo de las mujeres, con mucha presión y una asimetría de poder en el que la mujer, en muchos casos, estaba secuestrada: una estaba secuestrada. Todavía estamos en ese secuestro”, apunta.
Es un “secuestro” porque aunque toda la sociedad apoya la apertura de los espacios a las mujeres, los estereotipos de género, que “se construyen a lo largo de toda la vida”, les imponen frenos que afectan a todas las facetas de la vida, incluida la elección de carrera universitaria.
“La sociedad está cambiando”, afirma María José Martín y, añade, “la tecnología contribuye a esa transformación, pero el ritmo de transformación social es muy lento porque incide en la propia naturaleza del ser humano”.
En su lección inaugural del curso académico 2018-2019 de la Universidad Pontificia Comillas, la profesora Martín Rodrigo apunta que si se analiza la presencia de las mujeres en espacios que durante siglos y que, en muchísimas sociedades han sido construidos por hombres y para los hombres, parece que estén habitando ese escenario en modo “gueto de lo femenino”. Incluso, cuando se encuentran en esos escenarios adoptan “roles masculinos”.
¿Qué dicen los datos?
Las cifras indican que la proporción de población de 25 a 34 años de edad con estudios universitarios ha aumentado en España pasando de 34% en el año 2000 al 41% en el 2016. Esta cifra es acorde con las cifras de la OCDE (43%) y de la UE22 (40,1%), que también han crecido en este período.
Respecto a la representación de las mujeres en el ámbito universitario, las cifras reafirman que las mujeres de menos de 44 años ya han estudiado más que los hombres, tanto en secundaria como en estudios superiores. Además, el porcentaje de mujeres que ingresan por primera vez en la universidad es superior al de los hombres. En España, ese porcentaje es del 53%, mientras que el promedio de los países de la OCDE es del 54% y el de la UE22 del 55%. Así, las mujeres graduadas por primera vez en 2015 son un 56%, cifra similar a la media de la OCDE (57%) y a la de la UE22 (59%). Las cifras indican pues el incremento continuo y sostenido de las universitarias en todas las sociedades occidentales, asociado, sin duda, a cambios ocurridos en las percepciones de sus derechos y en sus expectativas de ascenso social.
Aunque las mujeres representan un porcentaje cada vez mayor de los titulados universitarios en la OCDE, eso no impide que sigan ganando menos que sus colegas masculinos y, de hecho, la brecha en ese nivel de estudios es más elevada, informa EFE. Si se analizan las remuneraciones de los asalariados a tiempo completo, los sueldos de las mujeres con formación superior es sólo un 74% del de los hombres con ese mismo nivel de formación.
Elección de carreras
Aunque estas cifras, de manera global, muestran un aumento de las mujeres en las universidades, una mirada más profunda permite apreciar diferencias de género en la elección de las carreras.
En este sentido, según la profesora Martín Rodrigo, se identifican claramente itinerarios formativos y áreas de desempeño profesional y ocupacional que se convierten de manera “natural” en el reclamo de la población femenina y consecuentemente, se “feminizan”, como son las carreras dedicadas a los cuidados (salud, educación, ciencias sociales y jurídicas) y a las humanidades. En cambio, se reservan a los hombres otros espacios educativos y profesionales típicamente “masculinos”, como ingenierías, informática y electrónica.
“Parece que las chicas atienden a motivaciones intrínsecas pensando en la realización de estudios de manera vocacional y por las que sienten mucho interés y satisfacción, en cambio, los chicos eligen en función de factores extrínsecos como el retorno de éxito, poder y economía que pueden conseguir con los estudios elegidos”, observa la autora de la lección.
“Esta segregación horizontal” en la elección de carreras universitarias, así como en el acceso a ciertas profesiones, “no es fortuita, sino que responde a una socialización diferenciada de mujeres y hombres” que perpetua un modelo social en el que las mujeres y los hombres se dedican a actividades distintas. “La diferenciación no se refiere sólo al contenido, sino también en cuanto al valor que a estas actividades se concede”, indica la profesora.
¿Por qué se produce esta diferenciación?
Los estereotipos de género se construyen a partir de factores psicosociales y socioculturales que se dan en distintos ámbitos de la vida, y que afectan a la igualdad en la elección de estudios universitarios, señala Martín Rodrigo.
La lucha contra los estereotipos de género, siguiendo la lección inaugural, debe darse desde diversos ámbitos. En primer lugar, el modelo educativo de los padres, generando familias igualitarias que fomenten las capacidades del menor. En segundo lugar, en la escuela, donde las expectativas del profesorado, su interacción con el alumnado, el tipo de orientación vocacional, la oferta de cursos y actividades extraescolares influyen en la perpetuación de estereotipos ya que “los docentes, que no son neutros” y “gestionan la interacción en el aula desde sus prejuicios y sus valores, veladamente y de manera sesgada”.
En tercer lugar, la pertenencia al grupo genera una presión grupal que puede inducir a que chicos y chicas enmascaren sus intereses y talento, en el esfuerzo de lograr una mayor aceptación social aumentando el sentimiento de pertenencia al grupo. Según esto, las mujeres y hombres que quieren cursar una carrera en la que su grupo de referencia “masculino” o “femenino” están representadas minoritariamente, encuentran una barrera psicológica que les hace percibir que, como tal minoría, sufrirán rechazo social y discriminación por parte de la mayoría, atisbando además dificultades para el ejercicio futuro de su profesión. Finalmente, mencionar la representación cultural que transmiten los medios de comunicación, que “presentan visiones engañosas de los perfiles profesionales y, por tanto, ejercen una gran influencia en la elección de itinerarios formativos.
¿Qué hacer?
“Habría que fomentar la matriculación de mujeres en carreras universitarias potenciando desde todos los ámbitos sociales el carácter transformador que tienen las ciencias”, señala Martín Rodrigo porque, asegura, “las mujeres somos transgresoras y conectaríamos con mucho más con ese tipo de carreras, sería ese granito de arena con el que podríamos contribuir”.
“No tratar esto con normalidad huele a casposo: hay que concienciar y sensibilizar de la importancia de incrementar la presencia de las mujeres en estos estudios universitarios”.