1. Mantener unos horarios regulares a la hora de acostarse y levantarse.
Esto es especialmente en el caso de los niños y los ancianos, que pueden resultar más vulnerables y necesitan un tiempo algo mayor para volver a sincronizar su reloj biológico.
2. Exponerse a la luz solar durante el día.
Esto es importante en los días posteriores al cambio, ya que puede facilitar la sincronización de nuestro ritmo circadiano en caso de haberse producido alguna desestabilización.
3. Intentar adaptarse paulatinamente al cambio de horario.
Para hacerlo es aconsejable ir introduciendo pequeños cambios progresivos cada día de forma previa al nuevo horario.
4. Seguir diariamente un determinado "ritual" que nos permita crear un clima propicio para el sueño.
También tenemos que tener en cuenta lo siguiente:
El ritmo sueño-vigilia tiene su sincronización con el ritmo de la temperatura corporal, que también es circadiano. Ambos interaccionan recíprocamente. La progresiva disminución de la temperatura corporal al principio de la noche es una señal necesaria para la conciliación.
Es importante tener en cuenta que el consumo de alcohol y cafeína, especialmente durante las últimas horas del día pueden influir sobre el sueño.
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