Dos realidades crudas de la violencia de género: Las asesinadas en 2019 no denunciaron y la lacra sigue entre menores

cuatro.com 31/01/2019 19:16

En una sociedad en la que las manifestaciones reúnen a miles de personas por toda España, donde ha arraigado como pocas el #MeToo, en un país en el que aumenta en el CIS la preocupación sobre la violencia de género. En este mismo país, ninguna de las mujeres asesinadas por sus parejas en 2019 denunció. El 3 de enero, Tomás Maestre apuñaló a su novia, Rebeca Alexandra Cadete, en Laredo (Cantabria). El 12 de enero, Federico Sáenz de Tejada acuchilló a su ex, Leonor Muñoz, delante de su hijo de 16 años en Fuengirola (Málaga).

El último caso ha sido el de Kelly, decapitada por su pareja, que sería la sexta víctima de la violencia de género este año, la más joven de 2019 (está en investigación la muerte de Romina a manos de su marido en Lanzarote). Pero la violencia machista hace víctimas muy jóvenes. La menor, Alba de 14 años, asesinada por su novio de 19, en 2013. Las víctimas más jóvenes de 2018 tenían solo 21 años: María del Mar, asesinada en Las Gabias (Granada) y Leyre, en Dúrcal (Granada).

Es cierto que ninguna edad escapa de la violencia. Lo demuestra el suceso ocurrido el 15 de enero, cuando una mujer de 95 años murió en el hospital por los golpes de su marido de 94. La paliza se ha había dado días antes en la residencia de ancianos de Toreno (León). El 26 de enero, Emilio V mató con un hacha a su mujer, Rosa R., en Dos Hermanas (Sevilla).

La mayoría de los españoles no cree que la cárcel sirva para disuadir a aquellas personas que pretenden delinquir y consideran que debería ser más útil para proteger a la sociedad de los delincuentes o para reinsertarlos, según el CIS. Por eso los casos como Laura Luelmo sublevan a la familia y a toda la sociedad, o casos como el ocurrido el pasado 17 de enero, cuando la opinión pública también estalló porque vio reflejada la reincidencia en el rostro de José Javier Salvador, que quitó la vida a puñaladas en Zaragoza a su amante, Rebeca Santamalia, la abogada que le había defendido 16 años antes por matar a su esposa, Susana Maurel. La mujer que siempre confió en él y en su vuelta a la normalidad sufría el peor final. La pregunta es ¿cómo llegó a confiar en alguien así, qué recursos usó el para llevarla a su terreno después de haber matado a su anterior pareja?

La pregunta que todo el mundo se hace es por qué. El muro que lleva a no denunciar. Y la respuesta nos la dan los jóvenes, entre los que no cesa como muestran los datos la violencia, esas nuevas generaciones que ven cómo en los premios Goya se volverán a repartir sus abanicos reivindicativos con el lema #NIUNAMENOS, que son bombardeados por los medios con consignas en favor de la igualdad, que han sido educados, en teoría en otros valores y entre los que se siguen perpetrando crímenes de violencia de género.

Pues bien, aunque nuestra juventud, en un 96% entre las mujeres y en un 92% entre los hombres, considera inaceptable la violencia de género, no todas las formas de violencia de género concitan el mismo rechazo ni todos los comportamientos que constituyen maltrato son identificados como tales. Uno de cada tres jóvenes considera inevitable o aceptable en algunas circunstancias ‘controlar los horarios de la pareja’, ‘impedir a la pareja que vea a su familia o amistades’, ‘no permitir que la pareja trabaje o estudie’ o ‘decirle las cosas que puede o no puede hacer’.

Además, todas las investigaciones indican que las personas jóvenes son algo más tolerantes que el conjunto de la población con las conductas relativas a la violencia de control. Lamentablemente, se mantiene la trasmisión intergeneracional de mensajes como que “los celos son una expresión del amor” de modo que el porcentaje de chicas que han escuchado este consejo a menudo o muchas veces es del 35,8% y el de chicos del 36,8%. Se observa también que casi tres de cada cuatro (73,3%) adolescentes, independientemente de su sexo, han escuchado este consejo de una persona adulta en alguna ocasión. Esa es una realidad.

Otra es que un 80% de la adolescencia y la juventud consultada opina que una de las principales causas para no denunciar es el miedo. Se reduce a la mitad el porcentaje de jóvenes que argumenta que no se denuncia por los hijos y las hijas (40%). A distancia se sitúa la tercera causa más citada, “por vergüenza, por ocultar la agresión al entorno cercano”, con un 25% de la representación total de jóvenes. La dependencia económica (15%) y la falta de confianza en la ley (12%) se consideran causas menos frecuentes y todavía menos frecuente es la opinión de que las mujeres no denuncian porque no le conceden demasiada gravedad a la agresión (7%). Esto se esconde tras estas mujeres que murieron sin denunciar, en silencio, cerrando las puertas de su casa para vivir la violencia en intimidad.