Orden de búsqueda internacional para encontrar a Anna y Olivia, presuntamente secuestradas por su padre
La búsqueda de las niñas se inició el martes
El padre de las niñas, presuntamente, las secuestró
Se ha emitido una orden de búsqueda internacional
La Policía continúa buscando a las dos niñas, Anna y Olivia, hermanas de uno y seis años que fueron presuntamente secuestradas por su padre, Tomás Gimeno, hace cuatro días y del que también se desconoce su paradero. El hombre había amenazado a su exmujer y madre de las pequeñas con hacerlas desaparecer. El rastro que dejó, sobre todo, la lancha abandonada en medio del mar, hace temer lo peor, pero no hay nada definitivo y siguen las esperanzas y la búsqueda por tierra, mar y aire a la que se han unido también miembros de la UCO.
En concreto, dos miembros de la UCO, la unidad de élite de investigación de la Guardia Civil, ya están en la zona. Se unen a Salvamento Marítimo y al grupo especial de actividades subacuáticas que han reanudado la búsqueda del padre y las niñas desde primera hora de la mañana. Lo hacen por tierra, mar y aire al sureste de la isla desde la costa de Anaga, en Santa Cruz de Tenerife, hasta el municipio de Granadilla.
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Las Fuerzas de Seguridad han buscado también en propiedades del padre y de familiares directos, e igualmente se han registrado hoteles y pensiones de toda la isla.
Además, la Guardia Civil ha reforzado los controles aeroportuarios para evitar una posible salida, una hipótesis que se reforzaría si el requerimiento del juzgado comprueba que Tomás sacó del banco una importante cantidad de dinero. Por ello, también se ha emitido una orden de búsqueda internacional
En la embarcación, hoy precintada, se centran los trabajos de los investigadores. Aquí se han encontrado restos de sangre que ahora se analizan en Madrid. La lancha fue hallada vacía y a la deriva a dos kilómetros de Güímar, flotando cerca, una sillita de bebé, que la familia ha reconocido como propia. Pero, de momento, ni rastro de dónde pueden estar ni el padre ni las niñas.
Cronología de los hechos
La relación de Tomás Gimeno, de 37 años, con la madre de sus hijas, nunca fue fácil. Rota la pareja, al parecer ella habría rehecho su vida, algo que él no aceptaba. Tampoco la relación con su propia familia era buena.
Todo comenzaba el martes cuando a las cinco de la tarde, Tomás recoge a sus hijas Anna y Olivia, a la salida del colegio. Asegura a Beatriz, expareja y madre de las niñas, que solo estarían con él cuatro horas porque a las nueve de la noche se las va a devolver. Una medida que no llama la atención a la madre porque es algo habitual de la custodia compartida que mantienen los progenitores.
Tomás se lleva a las niñas a su piso de alquiler y aquí, a las siete y media de la tarde, es la última vez que los vecinos escuchan y ven a Anna y a Olivia. Después, se las lleva a casa de sus padres- los abuelos de las niñas- y Tomás se despide de ellos con un abrazo, un gesto que a su padre le resulta extraño porque su hijo nunca mostraba ningún signo de afecto hacia él, tal y como comentó a la Guardia Civil.
Y cuando llega la hora de devolver a las niñas a casa de su madre, a las nueve de la noche nadie aparece allí. Es cuando Beatriz realiza la primera llamada a su expareja. Él le responde: "Las devolveré después de cenar".
Media hora más tarde, a las nueve y media, las cámaras del puerto de Santa Cruz de Tenerife captan como Tomás llega con su coche y lo aparca frente al pantalán. Empieza a descargar una serie de bolsas y maletas pero ni rastro de las niñas.
Veinte minutos más tarde Tomás, zarpa con su barco y un minuto antes de las diez de la noche, Beatriz le vuelve a llamar. Esta vez, él cambia su discurso y le dice que "se va a encargar bien de las niñas y que no va a volver a verlas. Ni a ellas, ni a él".
Tras colgar, a las diez en punto, Beatriz, asustada, llama a la Guardia Civil y le denuncia. Entre las diez y media y once menos veinte de la noche, se registran otras dos llamadas más de Beatriz mientras él seguía en ruta. Sus dos respuestas son iguales: "No te las voy a devolver".
Y una hora más tarde, a las once y media, Tomás regresa a puerto porque necesita cargar su móvil. Se sube, de nuevo, al coche y se acerca a la gasolinera más cercana. Allí compra el cargador, y vuelve al puerto. Le pide al vigilante de la Marina si lo puede enchufar en su carita y tras recibir un sí como respuesta, permanece a la espera 15 minutos. En ese rato el trabajador dice que lo notó "nervioso y con ganas de salir al mar". Nada que ver con cómo estaba la primera vez que lo vio ese día, que actuaba con total normalidad.
Y en esa espera, también, otros trabajadores del puerto le preguntaron a Tomás el por qué estaba allí si había toque de queda. Él alegó no conocer la hora porque no tenía el móvil a mano.
Casi una hora más tarde, a las doce y media de la noche, Tomás vuelve al mar, por segunda vez y definitiva, con su teléfono cargado. Allí, envió a familiares y conocidos varios mensajes de despedida. En algunos, incluso, se refería al mismo barco que fue localizado el miércoles vacío.
La última llamada entre Beatriz y Tomás
Beatriz puede hablar por última vez con él a la una y media de la mañana y Tomás le confiesa "que se va lejos con las niñas"
Cinco horas y media más tarde, a las seis de la mañana, tras no saber nada de ellos, Beatriz pone la segunda denuncia a la Guardia Civil. Y a partir de entonces, empieza la investigación policial.
La última vez que se le vio, Tomás, vestía una bermuda de color oscuro y una camiseta negra, según consta en la descripción de desaparecidos del Ministerio de Interior.
La familia era conocida en la zona por regentar una empresa de exportaciones agrícolas. Los vecinos les definen como una familia adinerada y bien acomodada. Además, afirman que Tomás era una figura conocida por haber participado en carreras de rally en los años 80.
Beatriz ya se había quejado en diciembre ante la Guardia Civil de que su expareja le había amenazado verbalmente, pero no quiso presentar denuncia. En marzo, volvieron a preguntarle y comentó no se habían vuelto a repetir más episodios de amenazas. Ella había rehecho su vida, algo que a Tomás, no le sentó nada bien.