Por su parte, los exosomas presentes en el torrente sanguíneo trasportan grandes cantidades de ARN específico del corazón, un patrón que se da en ratones y humanos. A continuación, estos compuestos viajan hasta la médula ósea para entregar los ARN a células progenitoras. Una vez en su interior, desactivan un gen para permitir la salida de las células progenitoras al torrente, con el objetivo de llegar al corazón para realizar las correspondientes reparaciones tras el infarto, según recoge Europa Press.
Este descubrimiento abre una nueva vía para mejorar de forma ostensible la reparación de zonas dañadas, a través de células, después de un infarto.
Asimismo, durante el estudio, posteriormente publicado en Nature, se comprobó un aumento exponencial de ARN en ratones tras un ataque cardiaco. En concreto, estos compuestos aumentaron en orden de 10.000 a 100.000 veces en los roedores después del infarto.