Risas en una televisión estatal de Rusia ante la posibilidad de que su país ataque Estados Unidos con armamento nuclear. Hablan del Sarmat, conocido coloquialmente como el Satan-2, el último modelo de misil balístico intercontinental capaz tanto de borrar del mapa una ciudad como Nueva York como de causar destrucción en un área superior a la península ibérica. Su radio de alcance se estima entre 17.000 y 18.000 kilómetros.
Guillermo Pulido, analista de la revista Ejércitos, explica que estos "tienen mucha mayor libertad de acción estratégica". Ni Estados Unidos aún ha desarrollado tecnología capaz de detener este tipo de misiles. Y Europa, mucho menos.
Además de estos misiles de gran alcance, existen las armas nucleares tácticas. "Se usan para prevalecer en el campo de batalla o a nivel operacional de la guerra. Y las estratégicas, pues para atacar ciudades, grandes bases enemigas, las bases navales, etc.", señala Pulido.
Y la potencia de dichas armas nucleares puede ser incluso mayor que la de los misiles estratégicos. "Estados Unidos sólo tiene un tipo de bomba (nuclear), que es la B61, de lanzamiento aéreo, y tiene unos pocos cientos. Se calcula que Rusia tiene entre 2.000 y 8.000", apunta el analista.
De momento no hay pruebas de que el Kremlin haya desplegado este armamento para Ucrania, aunque se sospecha de que algunas pudieran ir a bordo del Moskva, el buque insignia de la Armada rusa en el mar Negro, hundido la semana pasada.
Pulido indica que es probable que Moscú, frente a la perspectiva de o perder la guerra o una escalada nuclear, "opte por un escenario nuclear limitado".
¿Y cómo responder a un ataque de estas características? Los expertos no se ponen de acuerdo ante un escenario inédito y dan distintas ideas: desde intensificar sanciones o enviar tropas OTAN a Ucrania hasta bombardear con armas convencionales las bases desde las que se hicieron estos ataques o pagar con la misma moneda.
"Por ejemplo, detonando otra arma nuclear, también de manera demostrativa. O en medio de Siberia", añade Pulido. Porque esto ya no es la Guerra Fría, donde las líneas rojas estaban más claras. Estamos, dicen los expertos, en la segunda era nuclear, marcada por un armamento diversificado y en manos de cada vez más actores.