Síndrome de la cara vacía o cuando quitarnos la mascarilla nos da terror: claves para volver a la 'normalidad'
Es otro de los síndromes surgidos después de la pandemia: temor a enseñar el rostro sin mascarilla, a ser contagiados o a contagiar.
Los psicólogos cuentan que es clave aceptar nuestras emociones e ir descubriendo nuestra cara “poco a poco"
Cuando la pandemia llegó a nuestras vidas tuvimos que acostumbrarnos rápidamente a la mascarilla, ese ‘artefacto’ extraño sobre la cara que enseguida normalizamos y convertimos en un objeto más de nuestra intimidad.
La Covid 19 también despertó nuestros miedos; trajo algunos síndromes y fobias desconocidos a una población que no estaba en absoluto preparada para el cambio radical en su intimidad y su forma de relacionarse con el otro. Por ejemplo, el temor cerval al contagio o la limpieza fóbica de las manos y la cara, con los problemas de salud derivados de agredir nuestra piel con productos para los que no está preparada.
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Cómo han cambiado las cosas desde ese agosto de 2020 en que la incidencia del virus estaba en 200 casos por 100.000 habitantes (y subiendo rápidamente). Por suerte, hace solo unos días nos hemos despojado de la mascarilla en los espacios abiertos después de más de un año de llevarla a todas partes, y los psicólogos advierten de un nuevo síndrome que podría calar en parte de la población, tan acostumbrada a llevar la cara tapada: es el síndrome de la cara vacía.
¿Miedo a enseñar la cara?
El término, desde luego, parece inventado ad hoc para una realidad en la que hasta hace un año era imposible concebir una pandemia, una cuarentena y un encierro estricto, que además ha revelado la fragilidad de la salud mental de la población.
El síndrome de la cara vacía no está incluido aún en ningún manual de psicología, y se refiere a los diversos sentimientos que pueden golpearnos cuando normalicemos otra vez llevar la cara descubierta. Lógicamente, vamos a vivir un periodo de adaptación hasta que nos acostumbremos otra vez a los paseos al sol y a reconocer las caras de los demás, o la nuestra propia. Muchos no lo notarán; para otros, será una experiencia difícil regresar al rostro sin disfraz.
José Antonio Galiani, psicólogo en el Centro Psicosanitario Galiani, explica a NIUS que “el estrés deja huella, ahora hay que reconectar con las facciones”. Este cambio se manifestará en una serie de síntomas cognitivos de distinta intensidad. Algunas personas pueden sufrir episodios de miedo irracional, estrés y ansiedad al revelar otra vez sus rasgos en el exterior y no tener que esconderse detrás de un trozo de tela o de papel.
En otros casos, estos síntomas serán también físicos, como sudoración o taquicardias. Lo sufrirán seguramente aquellas personas que se sientan desprotegidas contra el virus cuando no lleven la mascarilla encima para cubrirles la boca. Lo veremos también en personas que se han incorporado a un nuevo trabajo el año pasado y no saben cómo es la cara real de sus compañeros de oficina. Aparecerá el temor a cómo nos verán los demás sin llevar la cara tapada.
Sonia Castro, psicóloga, explica al diario El mundo los tres puntos para reconocer el síndrome de la cara vacía: miedo a contagiar o a que nos contagien, inseguridad y desprotección sin la mascarilla o sentirnos violentados si entablamos relación con otra persona que no la lleva puesta. Cuenta que el reajuste es mejor hacerlo poco a poco, “de manera gradual, muy flexible […] y sobre todo potenciar los recursos que la persona tiene, ya sea la resiliencia, las habilidades sociales, ya sea desde el sentido común y desde las fortalezas”.
Galvani, por su parte, explica que lo importante es aceptar las emociones del reencuentro con las caras (con la nuestra, también) e ir poco a poco regresando a la normalidad. Debemos estar atentos si estos síntomas empeoran y modifican nuestra conducta. Puede que algunos de los afectados por este síndrome desarrollen fobia social y eviten a toda costa la socialización, salir a la calle y exponerse (sin la mascarilla).
El mecanismo de la evitación y la sobreprotección por encima del de la vida. Será momento entonces de buscar ayuda y ponerse en manos de un profesional que pueda ayudarnos a reconectar con nuestras emociones y perder el miedo.