En Noruega se encuentra una prisión de la que ningún preso ha intentado fugarse nunca. No porque no se pueda, sino porque, al parecer, no quieren.
Es la prisión de máxima seguridad de Halden. No se parece a nada que hayan visto. Los guardias no van armados y los presos tienen habitaciones que parecen casi de hotel, por no hablar de todas las cosas que pueden hacer. Por ejemplo: grabar un disco.
En los años 90, Noruega dio un giro completo: pasó de centrarse en castigar a hacerlo en rehabilitar. Por eso los guardias no son los típicos. Trabajan codo con codo con ellos aquí en la cocina, en el taller de costura o en el de coches. Les vigilan pero también son sus mentores. Como explica una de ellas, lo llaman "seguridad dinámica". El secreto está, por supuesto, en esa actitud hacia los presos, con grupos de terapia para la adición a las drogas, pero también en el dinero. Se gasta mucho y es difícil medir su éxito: ha bajado un diez por ciento la reincidencia pero no es espectacular. Al menos, saben lo que quieren conseguir: buenos vecinos, y un dato curioso: en toda su historia, ningún preso ha intentado fugarse.