Siempre hemos calculado la edad ‘humana’ de los perros y los gatos multiplicando cada uno de sus años por 7. Esto se hacía usando la equivalencia resultante de la división entre la esperanza media de vida de un ser humano (77 años) y la de un perro (11 años); sin embargo, un estudio realizado por bioRxiv ha puesto sobre la mesa otros parámetros muy distintos que podrían ser algo más precisos a la hora de acertar en el cálculo.
La referencia en la que se han basado para determinar el envejecimiento biológico de estos animales han sido los llamados relojes epigenéticos, que indican cambios en el envoltorio de nuestro ADN con el paso del tiempo y que pueden ser un magnífico indicador de la edad. Según esos relojes, el perro se desarrolla mucho más rápido en su primer año de vida que lo que puede hacer un humano. Luego, su evolución se vuelve mucho más lenta y con ese ritmo se mantiene hasta su fallecimiento.
Por lo tanto, sus conclusiones son: que la edad humana equivalente es igual a 16 veces el logaritmo neperiano de la edad del perro en años +31. Es decir, que al cumplir su primer año, el perro tendría ya 31 años humanos (así estaríamos equiparados en el desarrollo base) y, a partir de ahí, cada año serían 11 años más. Quedaría así:
Año 1 del perro: 31 años humanos
Año 2 del perro: 11 años más, es decir, 42.
Año 3 del perro: 11 años más, es decir, 53.
Año 4 del perro, 11 años más, es decir, 64.
75 años cuando el perro tenga 5, 86 cuando tenga 6 y así sucesivamente, por lo que se determina que el perro sería mucho más longevo que nosotros si tuviera nuestra media de edad.