El austríaco Josef Fritzl, conocido como el 'monstruo de Amstetten', se declaró este lunes "no culpable" de la acusación de asesinato de uno de los siete hijos nacidos fruto de la relación incestuosa con su hija, a la que encerró y violó durante 24 años en el sótano de su casa. Fritzl también rechazó la acusación de "esclavitud", y reconoció sólo "parcialmente" su culpabilidad por "violación" y "coacción".
El juicio contra Fritzl comenzó este lunes en el Tribunal Regional de Sankt Pölten, al oeste de Viena. El acusado, de 73 años, entró en la sala de lo Penal del Tribunal vestido con un traje gris y con la cara cubierta con un archivador de oficina de color azul. Fritzl permaneció de pie durante varios minutos en la sala e ignoró las insistentes preguntas de dos periodistas de la televisión pública austríaca ORF, autorizados por el tribunal a entrevistarle. La primera pregunta fue "¿cómo se siente?", seguido por "¿quiere hacer una declaración?".
La fiscal Christiane Burkheiser habló durante su presentación de los cargos de un "martirio inimaginable" que sufrió la víctima, Elisabeth Fritzl, quien hoy tiene 43 años. La letrada reconoció que el acusado "contestó a todas las preguntas" de la Fiscalía, aunque destacó que el mismo "no mostró ningún tipo de remordimiento y sentido de haber cometido ningún delito". Burkheiser recordó durante la acusación que en los primeros nueve años de cautiverio, la víctima tenía que malvivir en un zulo de apenas once metros cuadrados "a ratos con tres pequeños hijos y embarazada".
Ya el segundo día del encierro, en agosto de 1984, la entonces joven de 18 años fue violada por su padre en el sótano, donde "no había agua caliente, ni ducha, ni calefacción, ni luz del día ni ventilación con aire fresco". El comienzo del proceso se produjo sin ningún tipo de incidentes y estuvo seguido por 95 periodistas de todo el mundo, seleccionados por el Tribunal para presenciar el pliego de cargos y la réplica de la defensa, después de lo cual deberán abandonar la sala. El juicio contra Fritzl se produce en medio de una expectación mediática sin precedentes, con cientos de reporteros de todo el mundo reunidos en Sankt Pölten para informar del punto final de esta macabra historia.