Pompa, solemnidad y honores militares para despedir en el castillo de Windsor al duque de Edimburgo, fallecido hace ocho días a los 99 años de edad. Ha sido una ceremonia fúnebre con más de 700 soldados, guardias reales , miembros de la Royal Navy y granaderos, pero con solo 30 asistentes en la Capilla de San Jorge. Por encima de todos ha quedado la soledad de la reina Isabel II, que despedía de riguroso luto y con mascarilla al consorte con el que convivio 73 años. Las miradas también se han puesto en en dos hermanos y príncipes enemistados, William y Harry, tras la marcha de este último a EEUU con Meghan Markle, que no ha viajado hasta Reino Unido por indicación médica, y con su hijo Archie. A la salida del funeral, sin embargo, han caminado y charlado junto a Kate Middleton. Esto habría disparado los rumores de su reconciliación.
El funeral comenzaba abordo de un Land Rover y modificado al gusto del duque de Edimburgo durante los últimos años. A bordo ha viajado el ataúd con su estandarte, gorra naval, espada y un ramo de flores. Le han acompañado sus cuatro hijos detrás y otros miembros de la Familia Real británica, entre ellos, Harry y William, separados por su primo mayor Peter Philips, por decisión de la reina.
La reina Isabel II ha sido vista por primera vez tras la muerte de su esposo. Llegaba en coche, de luto, con mascarilla acompañada por una dama de honor, que, según la prensa británica, seca sus lágrimas.
En el momento más solemne, ocho militares portan a hombros el féretro por las escalinatas de la capilla de San Jorge mientras suenan las salvas y después el silencio en toda la nación.
Mientras que en el desfile han participado 730 militares, en la ceremonia, había tan solo 30 personas debido a la pandemia. Los Windsor no han querido ser una excepción y ha sido una ceremonia íntima familiar, justo ahora que no pasan por su mejor momento, tras la explosiva entrevista con Oprah Winfrey de los duques de Sussex.
También dentro del templo han estado distanciados los hermanos, hijos del príncipe Carlos, al borde de las lágrimas. Mientras, la reina ha estado con la cabeza inclinada.
Han sido 50 minutos de ceremonia sobria, austera, contenida con un coro compuesto por solo cuatro voces para una música elegida que el propio duque también escogió.
Ya a la salida del templo, las cámaras han captado la imagen más esperada, la reconciliación de los dos hermanos, por fin, juntos hablando de forma distendida, el mejor homenaje para su abuelo Felipe de Edimburgo, que descansa ya en la bóveda real, tras 73 años al servicio de la eterna soberana.