La cumbre de Singapur entre Donald Trump y Kim Jong-un ha sido todo un éxito. Al menos eso asegura desde ayer un exultante Trump. Pero quizás la evidente sintonía entre ambos mandatarios le haya acabado jugando una mala pasada al líder del mundo libre. Antes de sentarse a disfrutar de un lujoso banquete, Trump y Kim invitaron a la prensa a tomar 'imágenes de recurso'. En estos momentos en los que sólo cuenta la imagen, los políticos suelen rellenar el incómodo silencio hablando del tiempo. O soltando algún chistecito, que es precisamente lo que hizo Trump. "Sacadnos bien, guapos y delgados", dijo en tono distendido. Pero al girar la cámara, si tenemos que juzgar por su expresión facial al dictador norcoreano no pareció hacerle mucha gracia.
El peso y la salud de Kim Jong-un son un asunto de estado. Todo lo concerniente a su forma física se guarda celosamente. Si a eso le sumamos que la retórica del régimen de Corea del Norte considera a su 'querido líder' un canon de belleza que roza la perfección, que su estirpe desciende poco menos que de las estrellas y cualquier crítica se considera traición a la patria, no parece que Kim esté acostumbrado a que nadie hable de su preocupante sobrepeso ni aunque sea en broma.