Sin embargo, la de ayer fue, de largo, la jornada más violenta de las movilizaciones que comenzaron para protestas contra la subida del diésel y se han acabado convirtiendo en un movimiento que aglutina todo el descontento con Macron. Un movimiento que según las últimas encuestas cuenta con el apoyo de más del 80% de la población francesa.
Por eso, y a pesar de las escenas de extrema violencia que se vivieron ayer, las autoridades francesas siguen teniendo mucho tiento al hablar de los chalecos amarillos. Ayer las acusaciones se dirigían a supuestos grupos extremistas que se habrían infiltrado en las manifestaciones con el único fin de general el caos, y sobre todo, a los casseurs, profesionales del desorden que aprovechan cualquier tumulto para saquear todo lo que encuentran a su paso… y que ayer la emprendieron a golpes con los propios manifestantes.
El larguísimo sábado parisino se saldó con 412 detenciones y más de 130 heridos. El incidente más grave se produjo aquí. Una de las rejas del jardín de las Tullerías cayó sobre uno de los manifestantes y su situación es crítica.