Lo sucedido el sábado en Londres "fue un desmadre". Así lo calificó el jefe de la Policía británica al referirse a lo sucedido en el primer día de apertura de bares y restaurantes en Inglaterra tras tres meses cerrados por el coronavirus. Sin embargo la opinión no es compartida por el Gobierno británico.
Lo cierto es que no había distancia de seguridad, ni mascarillas. Por la noche, desde bien temprano, Londres se convirtió en un maremágnum de gente y alcohol que dejó imágenes para la vergüenza de uno de los países azotados por la pandemia del coronavirus: intentos de réplica, a lo Freddie Mercury, con duchas de alcohol incluidas; posturas imposibles que a más de uno le habrán provocado alguna que otra contractura; siestecitas en mitad de la calleo roturas de tobillo descomunales. Todo por la cerveza.
Los británicos fueron capaces de beberse nada más y nada menos que 15 millones de pintas repartidas en más de 23 000 establecimientos, dando origen a la recién bautizada como "fiebre del sábado noche".
Pero los pubs, que algunos tuvieron que cerrar por falta de control, no fueron los únicos locales más reclamados. Hubo colas interminables que nos recuerdan a la España de hace tan solo dos semanas. Las peluquerías y las tiendas de ropa se convirtieron en el aliado perfecto para hacer de la noche anterior, un auténtico desfase.