La furia de Barry trae consigo vientos de hasta 120 kilómetros por hora y lluvias que han desbordado los ríos del Estado de Louisiana. Se han desdibujado los límites con el mar, y al hacerlo, pueden verse paseando por el asfalto desde serpientes y caimanes hasta conejos que buscan refugio bajo los coches.
Barry se ha degradado de huracán a tormenta tropical, pero se mueve tierra adentro ganando fuerza. Se pueden ver flotar buzones de casas o civiles moviéndose en barca. Los ganaderos tratan de poner a salvo como pueden todos sus animales.
Las fuertes lluvias siguen siendo un peligro este domingo. La buena noticia es que en Nueva Orleans respiran aliviados: se temían lo peor pero de momento los diques aguantan, aunque el caudal del río Misisipi está en máximos históricos.
Hasta 3.000 militares siguen desplegados y el mensaje es uno: no hay que bajar la guardia. “Esto es solo el principio”, advierte el gobernador de Nueva Orleans, donde se acumulan sacos terreros para aminorar la entrada de agua. Sin embargo, la fiesta continúa en el barrio francés, fieles a su espíritu. Al mal tiempo, buena cara.