La noche del sábado 14 de marzo pasará a la historia de la ciudad. Nunca a los madrileños se les pidió encerrarse de esta manera, Ni siquiera con el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, o el estado de excepción de 1969 que afectó a otros derechos del entonces Fuero de los españoles. Tampoco durante la guerra civil. Entonces, se salía a la calle para buscarse la vida como se podía eso los que no podían salir huyendo de la ciudad.
En la radio del coche suena el mensaje del presidente Pedro Sánchez marcando las pautas del estado de alarma. Indudablemente se nos viene a la cabeza a aquella noche de los transistores del 23 F cuando los ciudadanos se agolpaban en la calle escuchando las radios que sacaban algunos vecinos. Ahora sucede en casa, encerrados viendo en los televisores de sus casas.
Empezamos nuestra ruta en la plaza de Santa Ana. En condiciones normales estaría llena de terrazas, repleta de gente, muchos turistas un bullicio que golpea suavemente en la cabeza. Sin embargo, la visión que nos encontramos es única. Para empezar, descubrimos que hay eco en las calles de Madrid. Nos tropezamos con algún que otro paseante que cree que lo de la alarma es exagerado, seguro que las multas le harán cambiar de opinión. También hay turistas que no podían soportar seguir en su habitación. No es lo mismo encerrarse en casa que en una habitación de hotel. Nos encontramos con algún que otro turista que no soportaba la estrechez de su habitación y algún que otro de franceses que buscando fiesta se la tuvo que montar en el banco de una plaza.
Pese a lo que pueda creerse, los repartidores de comida han visto cómo sus pedidos han caído en picado. Algunos suponen que la gente tiene miedo a que les puedan pegar algo. Quedan lejos los tiempos de la gran peste 1347 y 1353 pero realmente en la mentalidad humana pocas cosas han cambiado. ¿No ha visto como la gente de su trabajo se ha vuelto más recelosa? ¿Los empujones en la compra? El secretismos en algunos sectores (¿Por qué los no dejan grabar los supermercados, los mercados de abastos?) y también los que no siguen las medidas de aislamiento…Son comportamientos egoístas que nos recuerdan a la de aquellos tiempos.
La Gran Vía que antes estaría llena de gente por la salida de espectadores de los musicales. Sin embargo, las luces se han apagado sin saber cuándo van a encenderse. Una imagen de soledad que se arrastra que circulaba por las calles de Madrid y que se rompió a las 22.00 de la noche con los aplausos a los sanitarios que luchan contra el coronavirus, apagados a los pocos minutos para volver a esa extraña normalidad del Estado de alarma.