El herpes zóster es un sarpullido que aparece en forma de pequeñas ampollas en la piel, normalmente en el torso, aunque también en el abdomen, las piernas o la cara. Surge por la reactivación del virus de la varicela-zóster.
Cuando nos infectamos por primera vez, el virus provoca la varicela. Luego se queda latente en el cuerpo, escondido en los nervios sensoriales, que son los encargados de percibir los cambios de temperatura o el dolor.
Convivimos con el virus sin que nos provoque ningún síntoma porque nuestro sistema inmunitario lo mantiene a raya, pero en algunas ocasiones puede escaparse a su control ya sea por el envejecimiento, por padecer determinadas enfermedades o por estar en tratamiento con cierto tipo de medicamentos. Es en ese momento cuando aparece en forma de herpes zóster.
En la mayoría de los casos, el sarpullido y el dolor se resuelven con el paso de los días, pero en algunos casos, el nervio queda dañado, dando lugar a la neuralgia postherpética.
Evolución del herpes zóster
Las lesiones asociadas al herpes zóster suelen ir apareciendo a lo largo de varios días y se recomienda que su tratamiento comience en las primeras 72 horas para que sea más efectivo. Pueden ir acompañadas de picor local o de dolor, que aparece incluso antes de que broten las ampollas.
Tras una semana aproximadamente, las lesiones se convierten en costras y luego desaparecen. Pero si la persona tiene un sistema inmune debilitado, el sarpullido puede tardar más en desaparecer.
Algunas veces, si el sistema inmunitario de la persona se encuentra muy debilitado, la erupción puede ser muy similar a la de la varicela. El dolor en la zona afectada y el picor no son los únicos síntomas asociados al herpes zóster. También puede darse fiebre, dolor de cabeza, dolor abdominal y escalofríos.
Neuralgia postherpética
La complicación más frecuente del herpes zóster es la neuralgia postherpética, que sufren 1 de cada 4 personas. Se caracteriza porque el paciente sufre un dolor que puede oscilar entre leve o insoportable y que puede sufrirse de forma constante, intermitente o desencadenado por estímulos concretos. Puede persistir más de tres meses después de la desaparición de la erupción y hay casos en los que ha durado años.
La mortalidad del herpes zóster es baja, pero algunas de sus complicaciones afectan directamente a la calidad de vida de quienes lo padecen Ocasionando en ocasiones, discapacidad.
Esta enfermedad no tiene cura, pero se puede prevenir.