La mayoría de los incendios que se producen en España no responden a “un problema relacionado con pirómanos”. Así lo explica Paco Castañares, experto de la Agencia de Medioambiente de Extremadura, recalcando que lo que verdaderamente existe es un grave problema de “prevención”.
“Al final hay siempre una constante en este tipo de situaciones. Si repasamos los grandes incendios, –incendios que están claramente fuera de la capacidad de control–, siempre encontraremos un responsable político que busca echar culpas fuera. La gente no enferma de buenas a primeras y de pronto aparece un ejército de pirómanos pegándole fuego a Galicia o ahora a Cantabria, o todos los años en California, en Chile...”, afirma, argumentando sus palabras: “El problema no es un problema de pirómanos. El problema es que siempre que hay un gran incendio que está fuera de capacidad de extinción, –sobre todo cuando éstos se producen también fuera de la temporada en la que es más habitual que haya incendios, que suele ser los veranos, con mayor calor y menor humedad–, hay detrás un problema de falta de gestión y de ordenación forestal y de trabajo preventivo muy importante, de inversión pública y de actuación para prevenir los incendios. Hay un problema de prevención”, subraya.
En este sentido, Castañares incide en que “si en el monte se hicieran los trabajos que hay que hacer para reducir drásticamente el riesgo de que se quemen, mediante un aprovechamiento sostenible, no habría ningún problema en que una chispa produjera el incendio. Para que haya un incendio tiene que haber primero una chispa de verdad. Pero también tiene que haber una alta densidad de combustible, –una continuidad de combustible a lo largo de muchas hectáreas–, de una gran superficie, y tiene que haber también el necesario oxígeno inyectado a través del viento".
Es por eso por lo que explica que la forma de combatir los incendios es –siempre– “realizar tareas y trabajos preventivos”.
El rayo de una tormenta; la chispa de un tubo de escape, un ferrocarril que presenta algún tipo de problema; una negligencia; un individuo que persigue razones económicas; por cabreo, por frustración o porque verdaderamente presenta un trastorno de conducta y es realmente un pirómano… Por unas razones u otras siempre va a existir la posibilidad de que haya una chispa que dé lugar a un incendio, pero, matiza Castañares, “si no hay combustible no hay posibilidad de que haya incendio”.
El problema al que se enfrentan numerosas regiones de España es que, precisamente, por falta de trabajo preventivo y medidas de control adecuadas, el combustible se está acumulando, dando con ello lugar a incendios de enorme magnitud que se escapan al control.
“Si hay mucho combustible y lo hay durante una superficie continua muy grande, habrá un incendio que nos creará un problema”, apunta.
“El fuego es una herramienta de control y de gestión”. No es malo, y, de hecho, como puntualiza, trajo consigo “el primer gran cambio” en la historia de la humanidad. El descubrimiento y el control del fuego supusieron una auténtica revolución que afectaría de forma trascendental a nuestro modo de vida, provocando con ello grandes avances.
“El problema del incendio es el descontrol y es el exceso; como el del agua”, explica el experto, recordando las terribles inundaciones acontecidas en Mallorca ante el desborde de los torrentes.
“El fuego es necesario para la vida y para incluso la gestión de los ecosistemas. Es un instrumento de regulación de la propia naturaleza. Lo que ocurre es que se juntan varias cosas que nos ponen ante esta situación”, dice, haciendo referencia a los incendios que llevan cinco días asolando Cantabria, obligando al despliegue de centenares de efectivos para poner freno a unos incendios provocados.
A este respecto, atendiendo a esa serie de circunstancias que se aúnan para derivar en situaciones como las de Cantabria, Castañares señala: "Primero: el gran despoblamiento que hay en el medio rural. Cada vez hay menos gente y por tanto cada vez menos personas que abren espacios al monte para cultivar y para obtener zonas de pasto y zonas de siembra; cada vez hay menos gente en el campo que cocina y calienta el hogar con combustible forestal, con la leña, como se ha hecho tradicionalmente, y eso lo que está generando es un aumento tremendo y bestial de vegetación", resalta, antes de entrar en datos. "La media de España son 2 toneladas por hectárea de combustible, –esto es, de vegetación–, al año. En Cantabria y la zona norte podemos estar hablando de 60 o 70 toneladas al año de vegetación nueva. Cuatro o cinco años sin seccionar el monte de manera adecuada lo que provoca es una cantidad de combustible absolutamente desproporcionada. Cuando se produce un periodo de sequía como ahora, combinado encima con vientos del sur, que es caliente y contribuye a secar más la vegetación, si no hay lluvia, puede dar lugar a situaciones como estas”, explica.
El problema, como precisa Castañares, es que muchos de los que provocan este tipo de incendios no tienen intención de hacer daño. “Lo que quieren es abrir espacios al monte y nadie les ha contado y nadie les ha informado que tengan cuidado en un momento en el que la situación de la climatología y el estado general de la vegetación, --absolutamente disponible para arder--, puede provocar un problema”.
En este sentido, señala que “la primera responsabilidad es del Gobierno, por no tener las medidas adecuadas de prevención de incendios que eviten este tipo de situaciones, incluso en invierno”.
En un segundo lugar, pero no por ello con menor importancia, apunta precisamente a esa “falta de información pública”.
Es indispensable que se informe claramente sobre “cuál es el estado de la vegetación y el riesgo real que hay de utilizar fuego como actividad cultural que tradicionalmente ha utilizado el fuego como herramienta de gestión de trabajos agropastorales”, algo que “se hace habitualmente, legalmente y autorización” en muchas zonas de España. “En momentos como estos no se debe autorizar y, además (la Administración competente) tiene la obligación de explicar por qué no lo autoriza, para evitar que la gente alegremente pueda utilizar eso y crear un problema donde efectivamente no tendría por qué haberlo. Lo que debe hacer la Administración es informar: oiga, ahora no lo haga. Pero dejen que lo haga cuando realmente hay condiciones para hacerlo, porque el fuego no es el enemigo del ser humano ni de la naturaleza ni del monte. El fuego incontrolado sí, pero el fuego no, per se”, precisa.
Ante esta grave situación, Castañares apunta a una solución que no solo serviría para resolver, o cuando menos mitigar el problema: serviría también para crear una oportunidad extraordinaria que, de forma sostenible, tendría un considerable rendimiento económico para España.
“Lo que hay que hacer es aprovechar de manera sostenible el monte para regenerar un recurso que es perfectamente utilizable como energía, que es la biomasa. Hay que aprovechar ese excedente de combustible para montar un aprovechamiento sostenible y aprovechar como energía lo que hoy nos crea un problema, que son los incendios forestales”.
“España tiene 27 millones de hectáreas de superficie forestal y de esa superficie hay aproximadamente 17 o 18 millones que son superficies arboladas, que son las que generan realmente combustible forestal, y cuya acumulación puede provocar un riesgo de grandes incendios. Esas 17 o 18 millones de hectáreas producen anualmente una cantidad equivalente a 100 millones de barriles de petróleo al año, que es el 20% del consumo de petróleo que tiene nuestro país. Ese es el excedente que se genera en los bosques”.
De ese modo, incide, con el aprovechamiento de la biomasa, no solo España evitaría la compra del equivalente a 100 millones de barriles de petróleo al año, –ahorrándose todo ese dinero–, sino que además “solucionaríamos un problema bastante grave como es el de los incendios forestales”.
En este sentido, el experto en medioambiente subraya que la verdadera preocupación de los dirigentes, lejos de buscar culpables exteriores, ha de ser “sondear a las empresas” para que puedan materializar ese aprovechamiento energético; para “convertir en energía lo que es un problema de incendios forestales”.
“Tenemos un ‘petróleo’ que encima no es contaminante. No genera un problema de calentamiento global ni contribuye al calentamiento climático, y encima, si no lo aprovechamos, lo que estamos es creando un problema de incendio, cada vez mayor”, concluye.