Parece el mundo al revés y eso que hablamos de ciencia, del mundo de la razón pero la realidad es que muchos científicos tienen que pagar por publicar descubrimientos científicos. La difusión a través de las revistas científicas es la única manera en la que se conocen todos los avances en ciencia. Son necesarias para que el resto del mundo científico aprenda.
El problema es que son muy caras y son lentas en publicar estudios, incluso pueden tardar hasta un año. Es decir científicos con pocos recursos no tienen dinero para consultarlas y publicar en ellas es muy difícil. La lectura de un artículo puede costar unos 40 euros y se deben consultar cientos para seguir con una investigación. Eso limitaba el avance de la ciencia.
Por eso surgió hace unos 15 años el movimiento de acceso abierto. Es decir revistas gratuitas. Pero lo que estas han hecho ha sido dar la vuelta al modelo de negocio. Ahora paga no el que lee sino el que publica. ¿Por qué acceden los científicos a hacerlo? Porque su sistema de promoción está basado mayormente en publicar, publicar y publicar. Por ejemplo, un científico podría ser un gran profesor universitario pero si no tiene publicaciones no conseguiría certificación de la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación).
Por otro lado, las revistas utilizan revisores de trabajos a los que tampoco pagan. La necesidad de publicar ha provocado que surjan incluso revistas denominadas “depredadoras” que abusan de la necesidad de publicar de los científicos. Se ha creado un mercado en el que el que más trabaja, el científico, es el que menos recibe. Un mercado de revistas científicas dominadas por cuatro multinacionales.
A su favor se añade la opacidad de la Administración en decir cuánto dinero se gasta en las suscripciones a revistas científicas que, insistimos que son necesarias para el progreso. Son muchos los ministerios y consejerías que están suscritos a ellas pero al solicitar ese dato no nos lo facilitan o porque no quieren o porque lo desconocen.
Sólo en la memoria del CSIC viene especificado ese coste. Para que nos hagamos idea del negocio, en el 2020 la suscripción a la COLECCIÓN IMPRESA DE REVISTAS ascendió 681.848 euros y COLECCIÓN DIGITAL DE REVISTAS a 7.626.313,29. Eso es lo que sabemos de las revistas tradicionales, pagar por ser leídas. Pero lo que desconocemos es sobre las que hay que pagar por publicar.
Es un dato de gasto de dinero público pero parece desaparecido. No lo vemos especificado en ningún sitio. Y es que ha llegado al punto de que una investigación científica tiene que partir con un presupuesto para pagar por salir en las revistas. Es decir, no sabemos cuánto paga España por ver publicado sus trabajos científicos. Pero el problema es global. Algunas universidades en California, Alemania o Finlandia quieren han intentado frenar este mercado en el que el científico prácticamente todo menos cobrar.