Meena Asadi, de 28 años, es afgana, doble medalla de karate, y profesora en un gimnasio para refugiados en Indonesia. Su historia es la de una mujer que huyó de los talibán siendo una niña y que ahora, desde el éxito y el deporte, se lamenta de que, como ella dice, todo haya terminado para las mujeres atletas en su país.
Sus golpes son su presentación. Meena era una una niña bajo el regimen talibán, y hoy es una mujer desconfiada. "No creo en el talibán. Es un partido extremista que no cree en los derechos humanos, ni en los derechos de las mujeres", explica Asadi.
En los derechos de las mujeres, como las chicas a las que Asadi enseña golpes de karate sobre el tatami, lejos de su país de origen. "Este va a ser un momento oscuro para la gente en Afganistan pero especialmente para las mujeres y las niñas. Los talibán han empezado a buscar puerta a puerta y preguntan por la gente que trabaja en el gobierno y por activistas sociales" subraya.
Desde su exilio, Asadi pide al mundo que desconfíe de los talibán. De esas imagenes amables en gimnasios o riéndose que, dice, son puro teatro. Meena, residente en Indonesia, enseña orgullosa su foto con el equipo de karate de su país. Eran otros tiempos. Ahora asegura que no hay esperanza para las deportistas afganas.
"Todo ha terminado para las mujeres atletas como yo en Afganistan", precisa Asadi. Un ejemplo, la taekwondista Zakia Khudadadi, evacuada de Kabul solo días antes del inicio de los Juegos de Tokio, donde iba a convertirse en la primera mujer en representar a Afganistán en unos Juegos Paralimpicos.