A principios de diciembre se detectaba la variante británica del coronavirus en el Hospital de Kent, en el sur de Inglaterra. Circulaba desde septiembre pero es entonces cuando estalla. Se contagia tan rápido que hasta los médicos del centro, caen. El ministro de Sanidad alerta que es muy contagiosa y el primer ministro, desbordado, ordena un nuevo confinamiento. Ahora, más de un mes después, tres universidades británicas añaden otro dato: no solo se contagia más rápido sino que es, como decía ayer Boris Jonhson, un 30% más mortal.
Junto a esta mutación, hay que estar muy pendientes de otras dos: la brasileña y la surafricana. Las tres presentan hasta doce mutaciones sobre todo, en la proteína que utiliza el virus para engancharse y penetrar en nuestras células. La brasileña y la sudafricana incorporan mutaciones extra que las hacen más peligrosas porque, por ejemplo, la brasileña ha surgido en Manaos, una región donde, supuestamente, ya había inmunidad de rebaño, de grupo, desde hacía meses.
Mientras, la sudafricana tiene a los hospitales de este país desbordados. La buena noticia es que Pfizer dice que su vacuna funciona con la variante británica. La mala es que respecto a las otras, la brasileña y la sudafricana, ninguno de los laboratorios y farmacéuticas con vacunas en el mercado saben, por ahora, si funcionan o no con ellas.