Después de 31 días de invasión, Rusia se centra ahora en consolidar sus posiciones, especialmente, en la región del Donbás, al este de Ucrania, y en continuar el asedio a base de bombardeos a varias ciudades como Járkov, Mykoláiv o Mariúpol. En esta última hay unos 100 000 civiles atrapados, sin electricidad, sin agua y sin comida.
Según las autoridades locales, la gente ya está empezando a morir de hambre. “Da miedo, no sé cómo vamos a sobrevivir”.
La ciudad portuaria del mar de Azov está completamente destruida. Casi todos los edificios han sido alcanzados por los bombardeos rusos. El Ejército ruso controla varios barrios y la zona portuaria de la ciudad. Las fosas comunes cada vez son más habituales y las cifras de muertos son difíciles de cuantificar.
“El sótano es frío y húmedo y esperas allí a que no te bombardeen, pero mira, mira cuántos cadáveres hemos enterrado alrededor del edificio”, expresa una mujer.
Quienes aún resisten en Mariúpol saben que resisten sin nada: “Viví bastante bien. Tenía una casa de campo y un apartamento con tres habitaciones y aquí estamos. Ya no nos queda nada”.
Miles de civiles han sido forzados a salir de la ciudad hacia territorio ruso mientras crecen las denuncias de desapariciones, especialmente de los funcionarios ucranianos, que caen en manos de los soldados rusos.
Mariúpol es el último escollo para que Putin consiga uno de sus objetivos: completar un corredor terrestre entre la región de Donbás y la península de Crimea.
Mientras tanto el sábado en Kiev, continúan las evacuaciones de las zonas de combate al igual que al norte en la localidad de Irpín, donde se libran duros combates y donde según fuentes gubernamentales, la resistencia ucraniana ha recuperado terreno tanto al norte como al este de la capital.