Cuatro horas de himnos nacionales, conciertos, anuncios millonarios, fiesta, puede que algún escándalo y un mínimo porcentaje real de tiempo de juego. Eso es la Super Bowl, la final del campeonato del fútbol americano. No es sólo una cita deportiva, es el exceso del show business americano llevado a las últimas consecuencias y ¡funciona, vaya que si funciona! Un mínimo de 3.500 euros la entrada. Aunque las experiencias deluxe (con asientos en primera fila, cena en resturante, ipad y televisor privado incluidos) han llegado a los 450.000 euros. A pesar de que su retransmisión ha ido perdiendo audiencia, logra acaparar a cerca de 100 millones de espectadores en todo el mundo. De ahí que los 77 espacios reservados de 30 segundos para anuncios de televisión tengan un coste de 5 millones de euros cada uno.
El plato principal de la Super Bowl es el encuentro deportivo pero en numerosas ocasiones la chicha está en la guarnición.
Nada más empezar con el himno nacional reservado a grandes voces. En esta edición la encargada será la cantante Demi Lovato pero en lo más alto siempre estará una descomunal Whitney Houston en 1991. Con el país en plena guerra del Golfo.
La entrada es cara pero incluye un mini concierto en el descanso de medio tiempo de 15 minutos. Ya de por sí sorprendente por la capacidad de hacer aparecer un escenario surgido de la nada. Muchos habrían pagado con gusto la entrada de haber podido asistir a espectáculos míticos. Según la revista Rolling Stone, los tres mejores de la historia han sido en tercer lugar el de Beyoncé (2013), en segundo lugar Prince (2007) y un primer lugar para U2 (2002). Todavía resuena el eco que dejaron los irlandeses, tras el 11-S, con su alegato antibelicista y los nombres de las víctimas de los atentados en una pantalla tras ellos. En la edición numero 54 en Miami será el turno de Shakira y Jennifer López. Por cierto, todos lo hacen gratis. Los organizadores pagan por la puesta en escena pero no el caché de los artistas que lo hacen por la publicidad que les supone.
Además siempre hay sitio para sorpresa. Que si apagón tras el descanso, que si caída de un globo en pista, jugadores con resaca capaces de proezas que no hacen sin resaca, puntuar literalmente gracias al casco. Y ¡como no! la mayor de todas, el pezóngate aquel que dejó al descubierto más de la cuenta del cuerpo de Janet Jackson durante su actuación en 2004 con Justin Timberlake y que generó un escándalo moral de dimensiones cósmicas en apenas milésimas de segundo.
Porque en este evento deportivo no deportivo de cuatro horas paradógicamente todo ocurre muy rápido. Esta noche los Kansas City Chiefs contra San Francisco 49ers. Si parpadean se lo pierden. Quedan avisados.