El campo de concentración franquista de Castuera, en Badajoz, llegó a albergar a 10.000 prisioneros. De allí salieron buena parte de los presos que acabaron entre 1937 y 1941 a 700 kilómetros de distancia, en otro campo y prisión, el de Orduña, en Vizcaya. En su cementerio se han exhumado al menos 71 esqueletos no identificados. Pero es probable que fueran extremeños. Muchos eran simples campesinos que sufrieron la represión franquista. Por eso la consejera vasca de justicia ha organizado un viaje a Castuera: Se quiere crear un banco de ADN de los habitantes de esta zona de Extremadura para que los muertos de Orduña recuperen, ochenta años después, su memoria, su nombre y su dignidad.