China vive este domingo el mayor evento de su política interior; el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista, una cita histórica que ha introducido cambios en la cúpula del Gobierno y que ha permitido al presidente del gigante asiático, Xi Jinping, hacerse con un tercer mandato y consolidar su poder en tiempos inciertos para Pekín.
El que ha sido ya considerado como uno de los líderes chinos más poderosos en décadas ha dado así el pistoletazo de salida a un congreso que llega en un momento desafiante, con una China que se aferra a su estricta política sanitaria para hacer frente al coronavirus y una postura geopolítica respecto a Rusia que lo aleja de Occidente.
No obstante, y con el visto bueno de la cúpula del partido, Xi ha renovado su mandato y no pasará la batuta a un posible sucesor, como ha sido común en el pasado cuando el jefe de Estado cumplía una década en el poder.
El Congreso Nacional, la reunión que traza las líneas maestras de los próximos cinco años de vida política, social, económica y cultural del país, tiene lugar cada lustro y dura aproximadamente una semana.
Celebrado generalmente en octubre o noviembre, cuenta con la presencia de unos 2.300 delegados elegidos previamente por los miembros del partido y procedentes de todos los rincones del país, de los cuales solo cerca de un cuarto son mujeres, mientras que un 11 por ciento forman parte de minorías étnicas.
Existen tres anillos de poder en esta jerarquía: unos 400 delegados son además miembros del elitista Comité Central, que incluye a su vez a los 25 miembros del Politburó, el organismo de toma de decisiones de las máximos dirigentes, y su Comité Permanente, que suele estar formado por un número que oscila entre cinco y nueve altos cargos. Los miembros del Politburó suelen ser de etnia han, mayoritaria en China.
Xi no verá revalidado su tercer mandato como jefe de Estado hasta que la elección se formalice el próximo mes de marzo.