Nagasaki, un anciano japonés, habitaba en una isla desierta hace unos años hasta que enfermó y tuvo que ser trasladado a la gran ciudad, donde nada fue igual. Ahora, un empresario de Málaga le ha devuelto su sueño.
El anciano, de ahora 87 años de edad, tenía una isla para él solo y era feliz. No necesitaba ropa, compraba lo justo en una isla cercana. Y así vivió durante 30 años hasta que hace cuatro años lo encontraron moribundo en la playa y su sueño se esfumó.
Fue forzado a volver a la civilización: a dormir un pequeño dormitorio y con una pensión del Gobierno japonés. En ese tiempo no ha podido adaptarse al mundo moderno ni hacer amistades. Ha estado escondido la mayor parte del tiempo, horrorizado por el ruido y la contaminación y aislado pero, de otra manera, por culpa del coronavirus, que hubiera sobrellevado mejor en su isla.
Álvaro Cerezo, un empresario malagueño que dirige una agencia de viajes para quienes quieren experimentar eso de ser un náufrago, le ha devuelto el tiempo perdido y ha hecho posible su regreso a la isla.
Allí, experimentó de nuevo la libertad de caminar desnudo por sus playas y la felicidad. Congeladas en el tiempo estaban todavía las cosas que dejó hace cuatro años.
Podría haberse quedado para siempre, pero el tiempo inactivo en la ciudad y sus 87 años se lo impidieron. Sin embargo, esta vez no se fue triste. Tuvo la oportunidad, quién sabe si para siempre, de su pequeño y perdido paraíso en medio del mar.