Se acerca el verano y con la pandemia en retirada y el final de las restricciones, millones de personas se disponen a viajar de nuevo por el mundo. Este deseo por las vacaciones ha provocado un problema: los billetes de los vuelos están por las nubes, sobre todo de cara a julio y agosto.
Los ciudadanos tenemos ganas de viajar, empezamos a ver la luz al final del túnel, pero nos lo pensamos dos veces a la hora de coger un avión: el precio de los vuelos está aumentando considerablemente. Dependiendo del destino, entre un 50 y ochenta por ciento de aumento.
Si antes de la pandemia un billete, por ejemplo a Mallorca, nos salía para julio o agosto 70 euros ida y vuelta, ahora cuesta 135. Si paseamos por Europa, por un billete a Atenas pagábamos en 2019 entorno a los 250, ahora cerca de 500 euros. Si queremos viajar a Nueva York, antes podíamos por algo más de 500 euros, pero para este verano, habría que gastar 850 euros.
Detrás de esta alza de la subida de los precios un detonante clave: el incremento en el precio del carburante. Y si a este incremento, le unimos la alta demanda y que las compañías aéreas redujeron en algunas rutas las frecuencias de sus vuelos, nos da la tormenta perfecta para que volar esté por las nubes.