Diez años después del estallido de indignación que dio la vuelta al mundo, los activistas que lo impulsaron consideran que la crispación política actual impediría que fuese pacífico.
Los indignados de entonces lo siguen estando porque las reivindicaciones siguen pendientes aunque ahora forman parte de la agenda política.
¿Qué pasó con el espíritu transformador del 15-M? ¿Dónde acabó la energía que pretendía regenerar la vida política? Una década después, reunimos en la Puerta del Sol a varios activistas que impulsaron el movimiento de los indignados. “Hoy no sería posible algo así. No sería tan seguro”, nos dice Irene Torrecilla, que formaba parte del movimiento estudiantil. “Yo creo que se parecería más al estallido violento de los chalecos amarillos de Francia”, asegura Carlos Paredes, de Democracia Real Ya.
La polarización de la vida política haría hoy imposible un 15-M tan pacífico como el de entonces. Es la reflexión en la que todos coinciden. Rafa Mayoral, portavoz de Unidas Podemos, también considera que ese movimiento es irrepetible.
El rápido desgaste de las nuevas formaciones políticas y el refuerzo del bipartidismo plantea una pregunta obligada: ¿Fue todo un espejismo?
Íñigo Errejón, líder de Más Madrid, uno de los partidos considerados herederos del espíritu del 15-M reflexiona: “Hay gente que puede pensar que no sirvió para nada pero yo creo que sirvió para dar una buena sacudida a este país y para poner sobre la mesa las cuestiones verdaderamente importantes”.
Diez años después, las reivindicaciones del 15-M forman parte de la agenda política, pero siguen pendientes.