No se siente el peligro que no se ha visto. A raíz de los nuevos rebrotes parece como si no se hubiese tomado conciencia de la gravedad que hemos pasado. Ya lo confesó el 4 de junio el ministro de Sanidad, Salvador Illa, en su comparecencia en el Congreso de los diputados. Al hablar sobre un botellón en Tomelloso ( Ciudad Real ) criticaba que 700 jóvenes se juntasen “no puede ser con los muertos que hemos tenido”. Sin embargo, ¿alguien los ha visto? Salvo en contadas muy contadas ocasiones (en nuestro caso con algunos reportajes como estos en los que contábamos los desgarradores y solitarios entierros de las víctimas o las víctimas invisibles), apenas se ha enseñado el dolor que ha sido verdaderamente esta pandemia, al menos en relación con otros países.
Como señala Alfonso Armada, presidente de la sección española de Reporteros Sin Fronteras, “es necesario que se informe de lo que es una guerra o una pandemia para que la gente se dé cuenta de lo que tiene delante. Lo demás es hacer el avestruz y meter la cabeza debajo del ala”. En esto coinciden los reporteros con los que hemos hablado y que aparecen en el video. Como incide Alberto “el ver las muertes que ha provocado esta pandemia hubiera ayudado a tomar en serio lo que tenemos”. También Gervasio Sánchez, fotoperiodista de “El Heraldo de Aragón” señala que “se ha querido infantilizar a la sociedad no enseñándole el dolor que ha supuesto esta pandemia”. También Alberto Di Lolli, fotógrafo de “El Mundo”, recuerda que el trabajo del periodista “es hacer llegar a la gente hasta que punto una situación es crítica, mostrar la realidad de lo que está sucediendo. Esto ha pasado en determinadas crisis. Por ejemplo, la de los inmigrantes en el Mediterráneo, cuando algunas imágenes empujaron a las instituciones políticas a tomar medidas”. Alberto se refiere a casos como el de la instantánea de 2015 de la fotógrafa de Reuters Nilufer Demir. En ella se ve a Aylan Kurdi, un niño de tres años muerto boca abajo en la playa de Bodrum, Turquía. Se ahogó tras naufragar la barca en la que le llevaban unos traficantes de inmigrantes junto a su madre y a su hermano de 5 años, que también murieron. Huían de la guerra de Siria. Fue a partir de entonces cuando la Unión Europea empezó a tomar medidas. Lo mismo podría decirse de las fotos en la guerra de Vietnam, como la del fotógrafo vietnamita Nick Ut al sacar a la niña Phan Thị Kim Phúc abrasada por el napalm y que aceleró la retirada de EE.UU. ¿Qué dirían ahora de él? ¿un morboso? Como éstas, tantas otras a lo largo de la historia (miliciano abatido de Roger Cappa, etc.) Imágenes que sirven de vacuna contra los negacionistas que vendrán después. Como han aparecido ahora en el 25 aniversario de la matanza de musulmanes en Sbrenica la mayor matanza en Europa tras la segunda Guerra Mundial. Quién sabe si en el futuro, en referencia a la pandemia que hemos sufrido no aparecerá un movimiento antivacunas que asegurará que las cifras se inflaron a propósito, que apenas hubo muertos, “de hecho no se vieron”, y que todo obedecía a un plan de las malvadas industrias farmacéuticas para ganar dinero vendiendo vacunas. Bueno, mejor no dar ideas.
Para que los periodistas accedieran al interior de un hospital, cementerio, residencia que era donde estaban combatiendo la enfermedad necesitan el permiso del gabinete de comunicación un departamento que se encarga de las gestiones que solicita un medio de comunicación. En el caso de ser un organismo público este a su vez se debe al dirigente político que piensa lógicamente en esas imágenes como “cálculo electoral” insiste Di Lolli.
En este sentido, es interesante traer a colación otras políticas de comunicación sobre hechos que suponen un peligro para las personas. Por ejemplo, en seguridad vial se es de lo más transparente e incluso las imágenes institucionales han llamado la atención por su dureza. Al fin y al cabo de lo que se trata es que la gente sea consciente del riesgo que supone conducir en malas condiciones. Ahí el único responsable es el que conduce. Sin embargo, en una pandemia el responsable es la Administración y que se vean imágenes sobre la desolación que provoca supone un menoscabo sobre su gestión pública. Ese cálculo electoral se puede apreciar en un sencillo cálculo sobre la gran cantidad de imágenes institucionales que se facilitaban llegada de material sanitario a los aeropuertos, posado político incluido, y los impedimentos a la entrada en centros públicos donde se combatía el coronavirus. Por ejemplo, se han vivido casos de alguna reportera de informativos de televisión a la puerta del hospital improvisado de Ifema a la que se ha advertido de que no se le dejarían entrar en él por las críticas en un programa de televisión hacía la gestión de la comunidad de Madrid. Pero si esto sucedía en una comunidad del PP, lo mismo también en una del PSOE. Lo apunta Gervasio Sánchez desde Zaragoza donde gobierna este partido : “desde todas las administraciones: nacional, autonómica y local se han puesto trabas para que no pudiésemos acceder a los lugares donde estaba la noticia. Se alegaba torticeramente el derecho a la intimidad o protección de datos para impedir nuestro trabajo. Sin embargo, nosotros, como profesionales, estamos acostumbrados a trabajar con el dolor. Sabemos qué imágenes invaden ese campo y cuales no. Por ejemplo, cuando tuve la oportunidad de entrar con muchas dificultades y gracias a mandos intermedios a residencias he fotografiado fallecidos cuyas imágenes no las he publicado porque no sabía si sus familiares se habían despedido de ellos o que pensaban”. En este sentido Alberto Di Lolli, fotógrafo de “El Mundo”, fue autor de una las portadas en la prensa más comentada la de un hombre muerto en la habitación en el dormitorio de su vivienda en Valencia, eran los momentos en que España era el país más golpeado por la pandemia. ¿Tenía sentido en esos momentos seguir publicando imágenes de aplausos? El fotógrafo pidió permiso a los sanitarios y los que allí vivían para tomar la foto, aún así ésta se publicó con el rostro del hombre pixelado. “Estábamos peor que ningún país. Teníamos la mayor tasa de muertos por cada cien mil habitantes. Por eso, cuando envié la foto estaba contando lo que estaba ocurriendo sin manipular la realidad. La imagen fue muy polémica con muchas opiniones encontradas. Gente que nos acusaba de morbo, de amarillistas… Yo le pedía a la gente que se viera el reportaje antes de juzgar. A mí, las redes sociales no me parecen un sitio para tener un espacio reposado de discusión. El reportaje es impecable. Es una jornada de trabajo con los sanitarios del SAMU y donde no se identifica a ningún paciente. La imagen mostraba las muertes en domicilios que además no estaban siendo contabilizadas. Dos días después, Cataluña empezó a contarse a las personas que morían en domicilios”.
Si Gervasio se muestra contundente y señala que se ha vivido una censura, Di Lolli matiza y señala que no se puede hablar de censura “si fuera así sería más fácil denunciarlo. Más bien son las trabas que de forma sibilina te ponen desde algunos gabinetes de comunicación para no autorizarte a entrar. Te van dando largas, pero sin decirte claramente que no puedes entrar. O en el caso de que te permitan entrar a su hospital te van indicando: esto lo puedes sacar o esto no.” De hecho, las fotos de hospitales saturados desde dentro fueron grabadas por pacientes hartos de las condiciones que estaban soportando. Algunos gabinetes de comunicación con los que hemos hablado, pero que han preferido no salir públicamente en este reportaje señalan que en ese momento era una situación crítica y estaban saturados. Sin embargo, como nos recalcan fotógrafos de agencias internacionales como Pierre-Phillipe Marcou de France Presse “Lo mismo estaba sucediendo en Francia, Italia, Bélgica, etc. Sin embargo, veía que a mis compañeros de allí les autorizaban a entrar en sitios que aquí no nos dejaban. Eso sí cuando el jefe de hospital o del centro nos dejaban entrar ya había pasado todo” . Eso se ha dado muy a menudo, cuando ya sucedió lo más grave se traían a medios para que retrataran el gran esfuerzo que habían hecho pero que paradójicamente no habían permitido mostrar. Eso se resume en la histórica foto de la morgue del palacio de hielo en Madrid, se prohibió la entrada a la prensa (finalmente se consiguió la imagen a escondidas) pero cuando salieron los ataúdes y los políticos hicieron un acto de homenaje entonces sí que invitaron a los medios. Mientras en Italia en Bérgamo la prensa no tuvo problemas para retratar el efecto de la pandemia con las iglesias llenas de ataúdes.
También desde los gabinetes de comunicación señalan que los periodistas podrían haber entorpecido el ejercicio de los profesionales que estaban cuidando los enfermos. En ningún caso, coinciden periodistas se trataba de entorpecer el trabajo de nadie, simplemente ser testigos de lo que sucedía dentro de las zonas en las que no se estorbaba. En este sentido Gervasio Sánchez es rotundo “No se trata de haber dejado pasar a todo el mundo porque hubiese sido un caos pero si que había situaciones que podías haber trabajado sin problemas y no se nos ha dejado”.
Si el cerrojo estaba en los lugares en donde se combatía la pandemia las ruedas de prensa se sucedían una tras otra como muestra de transparencia. Sin embargo, tras la polémica previa por la selección de preguntas lo que fue una constante eran las contestaciones que no contestaban. Un pregúnteme lo que quiera que responderé lo que me dé la gana. Como señala Alfonso Armada “han soltado auténticas parrafadas en las que no respondían a lo que se preguntaba”.
Pero quien tiene que reivindicar esto no son los periodistas, eso es lo que opina Alberto. “Son los ciudadanos los que también tiene que exigir mayor transparencia por es a ellos a quien afecta el derecho a la información”, señala el fotógrafo. Pero la petición de una mayor transparencia no es solo de los periodistas, también los historiadores. Por ejemplo, el profesor de Historia de la Universidad Complutense Carlos Sanz, señala que la labor de los profesionales de la información es fundamental para el trabajo futuro de los historiadores. En este sentido, se pronuncia la Asociación España de Archiveros Públicos que junto con Reporteros sin Fronteras y otra treintena de asociaciones firmaron un texto exigiendo una mayor transparencia. Más recientemente, publicaron un manifiesto en abril exigiendo que “se refuerce con archiveros el funcionamiento del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno del Estado (y sus correspondientes del resto de Administraciones)”, que precisamente estuvo sin actividad durante el estado de alarma. El debate sobre la transparencia repercute más allá de la actualidad diaria que se relata. El periodismo es el borrador de la Historia, ¿qué nos dirán las generaciones futuras si se encuentran que les hemos dejado páginas en blanco?