Con una gran expectación y con todos los focos apuntándole, Quim Torra, president de la Generalitat de Cataluña, ha llegado el primero al palacio de Pedralbes para encontrarse con Pedro Sánchez.
Con su lazo amarillo, ha esperado algunos minutos a la llegada, con retraso, del jefe del presidente del Gobierno. Un apretón de manos sellaba el inicio de una reunión que ha tenido al país en vilo, en lo que a política se refiere, durante una semana.
Tras numerosas opiniones contradictorias y varias 'idas y venidas' entre Gobierno y Govern, --con los independentistas reclamando y pretendiendo que la cita tuviese lugar no solo entre Torra y Sánchez, sino entre los miembros del Ejecutivo de cada lado--, por fin se ha producido el encuentro.
El Gobierno de España ha querido dejarlo claro desde el principio: en primer lugar, haciendo esperar a Quim Torra a las puertas de Pedralbes para recibir a Pedro Sánchez. En segundo, recalcando con palabras y con hechos que el encuentro no formaba parte de ninguna reunión bilateral. Para que así fuese, ha recalcado previamente a la reunión Adriana Lastra, portavoz del PSOE en el Congreso, "tendría que darse entre dos Gobiernos de dos Estados, y no es el caso".
En paralelo a la reunión entre ambos, la vicepresidenta de Gobierno, Carmen Calvo, y la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, han mantenido un encuentro con sus interlocutores habituales, el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, y la consejera de Presidencia y Portavoz, Elsa Artadi.
La instantánea del cara a cara en solitario entre Pedro Sánchez y Quim Torra contrasta con la del final del encuentro, más próxima a la imagen que quería el Govern, en la que Carmen Calvo, Mertixell Batet, Pere Aragonès y Elsa Artadi se han sumado para posar en conjunto.
A las afueras del palacio de Pedralbes, grupos de manifestantes convocados por Arran y respaldados por los Comités en Defensa de la República (CDR) han gritado ‘fuera las fuerzas de ocupación’ en señal de rechazo a la reunión entre ambos mandatarios.
Así mismo, algunos protestantes han intentado en vano cortar la popular Diagonal de Barcelona.