Se ha muerto Forges y la pregunta es ¿te acuerdas de aquella? Y tú piensas: ¿hablará de ésta? o ¿de ésta? o ¿de ésta otra? Como si hubiera alguna mejor que las demás, como si cada español no llevara una viñeta de Forges en la memoria como se lleva el DNI en la cartera. Porque no. No hay una definitiva. El mejor Forges es de cada uno y de cada momento. Ahora con la corrupción o con el procés como en su día lo fue con Haití o con Irak. Como siempre lo ha sido con las causas de siempre: la igualdad de la mujer, el futuro de los mayores, la precariedad laboral. Sus becarios son tan famosos como sus parejas desgastadas por años de convivencia. Como las eternas dudas de su Mariano. Como las abuelas de la España vacia o el absurdo del funcionariado y las ventanillas. Forges, un puñado de personajes, un trazo casi naif. En blanco y negro, sacando los colores a más de uno. Siempre, eso sí, así como de buen rollo. Humor blanco, pero no blando. Un universo y un lenguaje propio hasta llegar a la meta de acuñar lo de "el Forges de hoy". Su viñeta, cotidiana como el pan. Imprescindible.