Los CDR toman el relevo de Tsunami Democràtic e incendian Barcelona mientras Torra culpa a infiltrados
Detenciones, calles en llamas, periodistas heridos: el caos se apodera de la capital catalana
La revolución de las sonrisas ha acabado en barricadas, calles en llamas, detenciones, heridos y miedo. Ya nadie habla de democracia sino de venganza, nadie pone orden en una Generalitat dirigida por un hombre que empujó a jóvenes con caras tapadas y cuchillos en las manos a tomar las calles. 72 horas de disturbios después de la sentencia del procés, no va a ser fácil que los mismos que han sido alentados desde el poder en Cataluña paren.
Torra después de un tuit de Puigdemont en que llamaba a la calma: ¿Visteis estos incendiarios escondiendo urnas o imprimiendo papeletas? No están entre nosotros. Derrotaremos el Estado sin piedra, sin fuego, sin destrozos. No necesitamos la violencia para ganar, la necesita el Estado para derrotarnos. Serenidad, movilización y no violencia.
MÁS
Torra acusa a grupos de infiltrados
Tras este, el que manda manda, salió Torra a pedir calma y a culpar a infiltrados de las algarabías y quemas de coches. Sin mencionar a las fuerzas de seguridad que trabajan bajo su mando hizo "una llamada a la calma y a la serenidad”, recalcando que “el movimiento independentista no ha sido ni es violento”. En este sentido, subrayó que “la protesta tiene que ser pacífica y cívica. Siempre pacífica”, insistiendo en que “no hay justificación ni para quemar coches ni para ningún acto vandálico". Reclamando que no se permita que “grupos de infiltrados” que “no nos representan” enturbien la imagen pacífica del independentismo, apuntaba: “es bueno que protestemos por una sentencia injusta que parece aberrante. Las marchas que hoy han empezado son un ejemplo. El independentismo construye”, ha concluido reiterando un mensaje de “serenidad, determinación, civismo y no violencia”.
Y mientras el Gobierno, con las elecciones a la vista, no quiere echar más leña al fuego, aunque este ya empiece a asustar. Lo único que puede frenar estos disturbios, en los que al menos las fuerzas de seguridad actúan a una y ya no son recibidas con flores sino con ácidos y piedras es el cansancio. De los miles de personas que salen a calle o de los que están en sus casas. Hartos.
Se han visto escenas que dejan en agua de borrajas el amor por la libertad, la justicia y la democracia que tanto pregonan fuera de Cataluña Guardiolas y Xavis, ajenos a una confrontación que tardará años en cerrarse. La sentencia del procés ha demostrado que el Estado resiste y al final, siempre gana. Porque la independencia es una quimera jugosa para algunos, pero imposible.
La imagen de una embarazada atrapada entre unos manifestantes, que la ignoran, la de una mujer golpeada por llevar una bandera española, de otro ciudadano apaleado por intentar apagar un fuego, de un padre que huye con miedo de las llamas con su bebé. Terrible. Y sí, estamos en España. Europa mira con asombro.
"La única esperanza de los grupos violentos es que cometamos errores, vernos exaltados y divididos, que caigamos en sus provocaciones y alimentemos una espiral violenta", ha dicho el presidente del gobierno. Esperemos que tenga razón y que no haya que lamentar víctimas que señalarían a muchos.
Por el momento, la suerte ha querido que solo hablemos de heridos, con dos jóvenes atropellados como ha destacado en redes José María Olmo. Pero la suerte se acaba. Y llevamos 72 horas de pesadilla.